He sabido estos días que nos han dejado dos maestras de
Siles, primero doña Amelia, hermana de Ignacio, a la que conocí cuando yo tenía 18 años porque vino a vivir a mi
casa; y luego doña Cande, que fue mi maestra en el
colegio, cuando tenía cinco, seis años y me recordaba cogido de su mano en el recreo. En gloria estén.