La llegada de los gemelos fue muy comentada en el
pueblo y quedó como una anécdota que aún recuerdan los mayores.
Mi madre se puso de parto y llamaron a una vecina que hacía las veces de comadrona para que la atendiera allí mismo, en su habitación. Nada de residencias, nada de médicos ni de monjitas.
Mi padre estaba trabajando en un
campo, no muy lejos de la
casa, aunque al otro lado del
río.
Los vecinos se encargaron de avisarle. El primero que lo vio fue su primo Agustín, el de la venta.
- Francisco,
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