Sierra,
Cazorla, sierra, con el sexo
abierto para el parto de tu
río,
cuando rozan los ruiseñores nuevos
el seno de las albas con sus picos.
La rapsodia lejana de las
aguas
remonta los
caminos de la estrella,
y tú, Cazorla, sola con tu gracia,
cuentas luceros con los dedos, velas
los recuerdos de un tiempo verdecido,
y al morirse la luz en alta tarde,
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