SABARIEGO: Saludo a todos los visitantes de este foro en el que...

Saludo a todos los visitantes de este foro en el que nuestra querida aldea de Sabariego es protagonista indiscutible, así como todos los habitantes que permanecen en ella, así como los emigrantes que un día partieron a lejanas tierras (José Luis, Jacinto, Marcelo…), su añoranza se destila en cada una de sus palabras.

Yo me llamo, Fina Moral Padilla. Mi nombre artístico es, “Anif Larom”
Mis padres son Nati y Pablo (Casiano) de mote. Mi única hermana se llama Maravilla Moral Padilla.
Mis abuelos maternos vivían en el cortijo La Solana, sus nombres eran, Antoñolín Padilla Olmo Y María Bermúdez Zuheros.
Mis abuelos paternos eran, Miguel Moral Y Maravilla Padilla Olmo.

Me siento orgullosa de mi tierra, de mi aldea, de todos los lugareños que me aprietan contra su pecho cada fin de semana que me acerco a visitarles, y su tierno abrazo alcanza todo…

Hace unos días, a la sombra de ese atardecer donde se escuchan los búhos, y el silencio se oye..., escribí este poema para todos vosotros que amáis este rincón tanto como yo.

ALDEA DEL SABARIEGO.

Nacida del ansia del tiempo,
dama de siglos, cansada,
de manos duras y agrietadas
que nos gesta y amamanta.
Resplandece blanca, solitaria,
entre los montes de San Pedro,
la vieja Torre La Harina,
y la Loma Larga.

Pergamino sembrado de olivos,
llaga de tierra y labranza,
de polvo ardiente humillado
con el sudor de la azada.

Es la humilde casa Los Botijos
mi artesana cuna de infancia.
Rudos brazos que me abrazan
de sagrado terciopelo…
Mullido de blancas sabanas.
El sabor de su alhacena
de aceitunas, nueces, y uvas pasas.
En su regazo inmortal de silencio
cuento viejas alegrías, llantos, juegos,
remordimientos y miedos…
ecos de parientes lejanos,
y los nombres de mis muertos.

En la brisa de los sueños
vuela mi melancolía
vagando por La Solana,
el Molino de los Funes,
la fuente La Malaguilla,
las aguas mansas del pilar,
y la plaza La Pasailla.

En mayo,
cuando la tarde muere
en la cripta de los cielos,
la ermita blanca florece,
albergando allí, en su templo,
esperanza, desconsuelo,
huecos rosarios, pasivos rezos,
promesas, ofrendas de rosas
y sentidos golpes de pecho.

Y es nuestro río San Juan,
sendero vivo entre montañas,
espejo gris donde nacen y fallecen
pasiones enamoradas.
Temblor místico ensartado
entre susurros de plata
cuando le besa el silencio
entre arrumacos de magia.

Y es altar, el Sabariego,
del emigrante que regresa
al terrón bondadoso de su tierra,
encendiendo los ojos y el corazón
de suspiros en cadena.

En la aldea nada envejece,
la fatiga dormida en la alcoba,
la pereza que despierta la mañana
en la tez lozana de sus horas;
las veredas, el tomillo, las violetas…,
sus arraigadas creencias.
El silencio trastornado por la lluvia
y el rumor que corre por la acequia.
Los bravos aceituneros del paisaje
con la labor de las faenas
en el abrupto invierno que se queja…
El gorjeo de gorriones mañaneros
en las sufridas sementeras.

En el azul de sus noches,
de fresco y plácido aliento,
se enciende la luna llena
en los corros de la aldea,
y sus lenguas campechanas cuentan
retazos de ayer, dolores, barruntos…,
misterios y leyendas.

En mi sangre llevo su historia:
Cañadas, barrancos, vaguadas…,
la savia oliva del paisaje
que me ahoga en añoranza.
Y no quiero verla sola, deshabitada,
trajinando con pena en sus muros
la cal blanca desconchada;
contemplando rincones olvidados
de musgo, malas brozas y retamas.

Y aunque mi memoria esté
de tinieblas, fatigada
y mi sonrisa sea leve mueca
huérfana ya, de anciana solitaria,
mis pupilas no olvidarán,
la noche encendida de estrellas
que dio luz a estas páginas.

Anif Larom