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LA IRUELA: Verdaderamente La Iruela es un pueblo precioso, un...

Verdaderamente La Iruela es un pueblo precioso, un pueblo lleno de encanto, de belleza y de tantas cosas que hacen de él un rincón maravilloso donde perderse, donde pasear y donde vivir, donde contemplar las maravillas de la naturaleza y de la mano del hombre cuando se lo propone.

Es verdad que tiene también muchas carencias, pero eso no significa que no merezca la pena o que lo bueno que tiene no sea digno de reconocimiento. Sólo son cosas que se pueden mejorar y nuestro deber es hacerlo. Y lo que no es mejorable, pues lo aceptamos y ya está, porque si fuera perfecto, sería el cielo y para eso aún nos falta.

En cuanto a los piques con los pueblos vecinos no deben ocupar excesivamente nuestra atención. Estoy convencido de que hay cosas mucho más interesantes en las que emplear el tiempo y nuestras energías que en esos menesteres que lo único que hacen es calentar a unos pocos que no tienen nada mejor que hacer. Es la pérdida de tiempo propia de los aburridos y de los que viven acomplejados por los bienes ajenos.

Cada pueblo es como es y tiene su propio valor, sin tener que envidiar a los demás. La envidia no lleva al progreso, sino al estancamiento.

Nuestro municipio se está despoblando. Ha perdido en los últimos cuarenta años más de 3000 habitantes; nuestras costumbres están desapareciendo: ¿cuánta gente baja a por la Virgen de los Desamparados el día 27 de agosto a la ermita? ¿Cuántas hogueras de San Antón hemos encendido este año en La Iruela? ¿Cuántos villancicos hemos cantado en la Nochebuena pidiendo el aguinaldo por las casas de nuestros paisanos? ¿Y la Rifa de san Blas? ¿Y la Semana Santa? ¿Y la banda de tambores y cornetas que fue durante años la envidia de los alrededores? ¿Y los Bolos Serranos? ¿Y las Jotas y Fandangos? ¿Y las serenatas nocturnas? ¿Y los roscos fritos y los dulces de Navidad? ¿Y las matanzas en familia? ¿Y tantas y tantas cosas que hacen de un pueblo ser lo que es y desaparecen a causa de la dejadez, de la ignorancia o de la desidia de quienes tienen el deber de organizar actos, actividades y escuelas donde se recuperen las costumbres que han hecho de La Iruela lo que es.

Algunos piensan que todo eso es de ser retrógrados y trasnochados. Yo creo que quien piensa eso, sí que lo está. Un pueblo que no conserva sus tradiciones está condenado a desaparecer. Eso está claro.

Vamos a centrar nuestros esfuerzos en construir, no en destruir. Vamos a fomentar un clima de convivencia sano, fuerte, activo, sin complejos, ni envidias y recelos, con valor y arrimando el hombro. No esperemos a que nos lo den todo hecho y luego criticar si no ha sido de nuestro agrado.

Vamos a comprometernos, vamos a recuperar lo que de verdad merece la pena, porque si no, la Iruela no será la Iruela y cuando un lugar pierde lo propio ya no es atractivo ni para los que viven en él ni para los que lo visitan de fuera y para los que somos de allí y vivimos lejos, aunque no desconectados, queremos un pueblo familiar, como lo ha sido siempre, donde hay un buen clima entre vecinos, donde la gente es sencilla y acogedora, noble, donde se cuidan los rincones más populares con blanco y macetas, donde se limpian con esmero rejas centenarias y balcones de geraneos, donde en mayo huele a rosas y en enero a chimenea de olivo, donde por las noches se descansa porque los jóvenes comprenden que todos no están en ese momento en el botellón y el descanso es necesario para todos. Un lugar donde se mira a la cara cuando se dan lo buenos días.

Vamos a centrarnos, vamos a unir fuerzas, vamos a dejar tonterías que no nos llevan a nada y entre todos, hagamos de la Iruela un pueblo como siempre ha sido: encantador.

Os animo a todos.

Un fuerte abrazo: Carlos.