Llegó el día dieciséis, viernes anterior a las Olimpiadas, todos se reunieron en mi taller, para hacer la pancarta, repartir las pruebas, y practicar algunos juegos, ya que no solo no habíamos entrenado nada, sino que algunos no sabíamos ni como se jugaba. Yo llegué tarde, justo cuando ya habían acabado, y para mi sorpresa me dicen, que me han puesto para participar en casi todas las pruebas, pánico me dio, y más cuando después de preguntar y preguntar me iba enterando que juegos eran, uno de ellos era la carrera de sacos, la cual practique dando tres saltos y medio, los suficientes para llevar el sábado agujetas en los músculos de las piernas.
El sábado empezaban las Olimpiadas, con un desfile de todos los equipos, desde el ayuntamiento hasta el recinto ferial, a poco más de las siete, allí estábamos todo el equipo, todos rondando los cuarenta años, y más, un todo terreno descapotable, con los mismos años que nosotros, y un remolque enganchado a él, al cual los hombres del equipo le habían amarrado un par de bancos largos para sentarnos, uno de ellos nos lo había prestado San Antonio de su ermita, jejejeje. En el techo del todoterreno, llevábamos un altavoz que pillaba más de la mitad del techo, y un grupo electrógeno que daba energía para que un pedazo de equipo de música, mandara jaleo al altavoz.
Entre niños, y mayores, nos montamos unos treinta en nuestro trasporte particular, bautizado como “la guagua”, y el estruendo que íbamos produciendo era espectacular, todo el público nos miraba anonadados, y nosotros bailando en el remolque y saludando a todo el personal, nos metimos en la puerta del ayuntamiento, llegando los últimos de todos los equipos, para no variar.
Mi experiencia novel en el evento, me produjo un gran asombro, por el ambiente que había, pero sobre todo por el ambiente que íbamos creando nosotros, a nuestro paso por las calles. Y la cara de asombro de la gente cuando nos veía, también era digno de ver. Pasamos por la Ermita de San Antonio, y para darle las gracias por su préstamo, paramos y le saludamos con la canción de los pajaritos, en nuestro gran equipo de música, era un lujo ver a todos los vecinos del barrio de San Antonio, cantar a la misma vez la canción, con una sonrisa de oreja a oreja.
Una vez llegados al recinto ferial uno a uno fueron presentados todos los equipos, los cortipiedra, los bocachanclas, los tremendos, los trepalindes, los Barceló team, los como una papa cocía, los frailerohes y nosotros los balbuinos, cada uno cuando subía al escenario decía algunas palabras, cantaba o simplemente se presentaba, nosotros y puesto que este equipo el año pasado quedó el último, no se nos ocurrió otra cosa que hacerle una plegaria a Dios, que decía: Dios mío, Dios mío, aquí estamos, haz tu lo que puedas, que nosotros haremos lo que podamos, al acabar la plegaria se escuchó un estruendo de risa del público, señal que la cosa iba pintando a guasa.
A continuación, se realizó la prueba de saltar a la comba, en la que nuestro equipo, a pesar de la coordinación que habían ensayado, de saltar a la voz del Chache de “ ¡arriba!”, solo conseguimos saltar dos veces, cosa que nos puso en último lugar, oooootra vez.
Al acabar todos los equipos, se acabaron las Olimpiadas por este día, pero nosotros no, con nuestra guagua, y nuestra música, nos estuvimos paseando por todo Frailes, pasando por la puerta de cada bar, y saludando al personal, hasta llegar a uno que estaba libre en el que nos tomamos una consumición, pero no aliviando nuestra hambre, a uno se le ocurre, llamar al dueño del supermercado de Frailes, y decirle que si nos vendiera un jamón y un queso, dicho y hecho, al final pegamos en la puerta de mi casa, comiendo jamón y queso hasta la una y media de la mañana.
El sábado empezaban las Olimpiadas, con un desfile de todos los equipos, desde el ayuntamiento hasta el recinto ferial, a poco más de las siete, allí estábamos todo el equipo, todos rondando los cuarenta años, y más, un todo terreno descapotable, con los mismos años que nosotros, y un remolque enganchado a él, al cual los hombres del equipo le habían amarrado un par de bancos largos para sentarnos, uno de ellos nos lo había prestado San Antonio de su ermita, jejejeje. En el techo del todoterreno, llevábamos un altavoz que pillaba más de la mitad del techo, y un grupo electrógeno que daba energía para que un pedazo de equipo de música, mandara jaleo al altavoz.
Entre niños, y mayores, nos montamos unos treinta en nuestro trasporte particular, bautizado como “la guagua”, y el estruendo que íbamos produciendo era espectacular, todo el público nos miraba anonadados, y nosotros bailando en el remolque y saludando a todo el personal, nos metimos en la puerta del ayuntamiento, llegando los últimos de todos los equipos, para no variar.
Mi experiencia novel en el evento, me produjo un gran asombro, por el ambiente que había, pero sobre todo por el ambiente que íbamos creando nosotros, a nuestro paso por las calles. Y la cara de asombro de la gente cuando nos veía, también era digno de ver. Pasamos por la Ermita de San Antonio, y para darle las gracias por su préstamo, paramos y le saludamos con la canción de los pajaritos, en nuestro gran equipo de música, era un lujo ver a todos los vecinos del barrio de San Antonio, cantar a la misma vez la canción, con una sonrisa de oreja a oreja.
Una vez llegados al recinto ferial uno a uno fueron presentados todos los equipos, los cortipiedra, los bocachanclas, los tremendos, los trepalindes, los Barceló team, los como una papa cocía, los frailerohes y nosotros los balbuinos, cada uno cuando subía al escenario decía algunas palabras, cantaba o simplemente se presentaba, nosotros y puesto que este equipo el año pasado quedó el último, no se nos ocurrió otra cosa que hacerle una plegaria a Dios, que decía: Dios mío, Dios mío, aquí estamos, haz tu lo que puedas, que nosotros haremos lo que podamos, al acabar la plegaria se escuchó un estruendo de risa del público, señal que la cosa iba pintando a guasa.
A continuación, se realizó la prueba de saltar a la comba, en la que nuestro equipo, a pesar de la coordinación que habían ensayado, de saltar a la voz del Chache de “ ¡arriba!”, solo conseguimos saltar dos veces, cosa que nos puso en último lugar, oooootra vez.
Al acabar todos los equipos, se acabaron las Olimpiadas por este día, pero nosotros no, con nuestra guagua, y nuestra música, nos estuvimos paseando por todo Frailes, pasando por la puerta de cada bar, y saludando al personal, hasta llegar a uno que estaba libre en el que nos tomamos una consumición, pero no aliviando nuestra hambre, a uno se le ocurre, llamar al dueño del supermercado de Frailes, y decirle que si nos vendiera un jamón y un queso, dicho y hecho, al final pegamos en la puerta de mi casa, comiendo jamón y queso hasta la una y media de la mañana.