FRAILES: Posiblemente ya os parezca pesailla la cosa, pero o...

Posiblemente ya os parezca pesailla la cosa, pero o la escribo así o nó la escribo. Y la verdad es que me apetecía escribirla, pero al igual que con la prueba, no estaba seguro de poderla acabar. El final está próximo.

A 2 km del cuartel tras cruzar un río y nuevamente la via del tren, comienza mi particular bestia negra, es quizás la zona a la que mas vueltas le ha dado en mi cabeza desde la pasada edición. El año pasado me destrozó física y moralmente, el calor, el desnivel, el tener que subir buena parte achuchandole a la bicicleta, hizo que mis gemelos probaran a estallar, en esa ocasión el amigo Carlos me esperó en lo alto, puesto que una vez que echa pié a tierra, corre como un gacela. La subida a la ermita que es como se llama, era mi particular desafío de este año, son unos 3 km con un desnivel entre el 8 y 21%, los porcentajes mas altos en los últimos 2 km. Continúo solo en el inicio, unos primeros metros con bastante piedra suelta y barranqueras, y como consecuencia desequilibrio y pié a tierra, no hay mas remedio que retroceder y comenzar de nuevo por la imposibilidad de salir con equilibrio. Ya me fastidia porque me alcanza un grupo de corredores, salgo lo más rápido que puedo para intentar escapar del tapón pero con las prisas, en el mismo sitio, mi rodilla prueba la dureza del terreno; talegazo al canto. Resignado, vuelvo otra vez a deshacer algunos metros, mientras me c…… en la p……####&&&****!, consigo ya a la de tres salir como Dios manda y poco a poco ir dejando atrás el tapón de corredores, llegando a los 2 km finales, se estrecha y empeora el camino y aumenta la dificultad, de nuevo aquí hay que combinar técnica y fuerza. Pidiendo paso, casi siempre por el centro, todos los ciclistas que van empujándole a la bicicleta de momento dejan paso formando un pasillo central y avisando al resto para que hagan lo mismo. A la vez que iba pasando ciclistas las voces de apoyo y ánimo eran constantes. También en esos primeros momentos me encuentro con un marchador rondeño que no duda en animarme y acompañarme, e ir ayudándome en la labor de despejar el camino. Mientras tanto compartíamos algún comentario sobre las características del terreno, todo marchaba bien que me encuentro en el camino una ambulancia militar que pillaba lo más grande del mundo, o sea, todo el camino. No había manera de poder pasar sin echar pié a tierra. Estaba parada atendiendo a alguien con algún problema, una vez pasado el obstáculo, montamos de nuevo. La tónica volvía a ser la misma, me encontraba con fuerzas y comencé a pensar que pudiera ser que lo consiguiera. En los últimos metros me vuelvo a encontrar con el coleguita marchador y terminamos juntos la pendiente, ya más relajados nos deseamos suerte y nos despedimos. Ya llegando a la ermita que da nombre a la subida, alcanzo a los colegas Carlos y José, me alegré mucho de encontrarlos y además el orgullo y la satisfacción por el reto conseguido, me inundaban cuerpo y mente.
A continuación bajada hasta Benaoján, con un primer tramo después de la ermita, de 300 metros en zigzag empedrado y con un 23% de pendiente que también tiene lo suyo. En dicho pueblo paramos en el avituallamiento para tomar algo.


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