Y llegó el día señalado, a las ocho de la mañana el pavo tocó diana una vez mas y todos de pié a preparar el equipo. Por mi parte la incertidumbre de no saber como transcurrirán esos 101 seguían planeando sobre mi cabeza, al igual que días atrás. Incertidumbre por no saber si estaba lo suficientemente preparado físicamente para lo que se me venía encima, puesto que el entrenamiento había sido mas bien escaso. Independientemente de esto, lo que si tenía claro era la filosofía que iba a llevar, en primer lugar disfrutar de la prueba y de los paisajes por donde discurría, que no eran como para pasar sin prestarles atencíón, en segundo lugar intentar que el par de alicates que llevaba (José y Carlos) no me llevaran mucha ventaja, puesto que son para la bicicleta mas atestados que un pavo en un pepino y les tenía cierto temor verdaderamente, aunque de esto no les digáis nada que si no ya para que queremos mas. Y en tercer lugar igualmente tenía de claro que el recorrido lo iba a hacer en compañía de ellos, pudiera mas o pudiera menos y así finalmente fue, salimos juntos y entramos juntos en la meta. Así que con todo esto en mente, montamos en nuestras telarañas y nos dirigimos hacia Ronda, ya que estabamos a unos 5km. Ya entrando a Ronda, poco a poco y desde todas las calles del pueblo aparecían ciclistas con un mismo destino: El campo de futbol, desde donde se daba la salida. Y poco a poco empezamos a formar parte de esa marea humana, unos con bicicleta y otros sin ella (los marchadores) que llenaba ese recinto. Y a las 11 comienza la aventura. Los primeros kilómetros neutralizados por las calles de Ronda, con un ambientazo increíble, todas las calles llenas de gente animando. No habíamos casi salido del casco urbano y ya teníamos un pinchazo; Le tocó al amigo José, en poco rato solucionado, un ciclista nos llama la atención antes de continuar porque venía con una rueda frenada y buscaba ayuda. Lo intentamos pero con el no pudimos hacer mucho.
