Compramos energía a futuro

FRAILES: Año 1960: Con doce años, por la colaboración de una...

Año 1960: Con doce años, por la colaboración de una monja paisana, y como no, por la mejora económica que suponían las mil pesetas que las monjas enviarían a casa subiendo nuestros ingresos mensuales más del 300% con respecto al cortijo.
Me veo de golpe y porrazo, rodeado de la solemnidad de un convento, en lugar del Paerón, mí habita de dos días antes. Tres meses me pase sin pronunciar palabra ¿qué queréis que os diga? ¿Cómo había que hablar en aquella solemnidad? ¡Si hasta me llevaron al médico las pobres monjas asustadas por si me había pasado algo! Pero pasó el tiempo y como tantas otras veces, me hice con el puesto. Consistía en trabajar en el jardín a las órdenes de una hermana, de siete a doce, que se iba a rezar el ángelus y ya no volvía. En este punto empezaba mí ¡por fin! necesario encuentro con las letras. Ya era hora, tenía doce años y no había pasado del “ mi mama me ama” de los contados días que pasé por la escuela. Por eso, estos dos años siguientes que pasé en este ambiente, fueron tan importantes, los únicos que he recibido una formación digamos académica. Incluso, hasta presumía porque me llamaban el niño de las monjas. Ah, y cuando paséis por la puerta de esta casa de ejercicios y veáis el montón de arboles que la rodean, podéis si os place, presumir de conocer al paisano que los plantó. Pero bueno dejemos las frivolidades y volvamos a lo serio. Cumplo catorce años, el jardín está terminado y las monjas se plantean qué hacer conmigo. Allí no veían un futuro como ellas deseaban para mí (claro a estas alturas ya nos habíamos encariñado) A si es que deciden pedir permiso a mí, cansada madre, para enviarme a Madrid donde tenían una fábrica de envases para farmacia, en la que podría seguir trabajando por las mañanas y estudiando por las tardes. ¿Una oportunidad? Eso nunca se sabe, el caso es que dice que no, que es muy lejos y que me necesita…
Frailes 1962 Otro cambio, claro, ya después de dos año, de comodidades entre las monjas, un niño de esa edad, por lo menos, yo lo había hecho, se acomoda, se olvida de las goteras de el no saber cuándo se va a comer, de que la leña para calentarnos y cocinar hay que traerla cada vez de más lejos y a cuestas, de que los niños lloran cuando tienen hambre, de que las madres se desesperan, se irritan y maldicen cuando no los pueden callar. A todo esto y mucho más, fue, a lo que a mí regreso, me tuve que volver acostumbrar. Y tenía ya catorce años y me gustaban las chicas, incluso ya había dejado en Jaén mis primeros escarceos, con bastante éxito recuerdo, pero en estas circunstancias, quién osaba mirarlas ni siquiera. Al poco de mi vuelta tuve mi primer amor Frailero, pero, ¡que timidez! la turbación y los complejos me paralizaban, más aún, cuando ella, quizás contagiada de mis torpes y tímidos acercamientos, no la culpo por ello, me decía “ déjame en paz porque ni hoy, ni mañana, ni nunca conseguirás nada” La rotundidad de estas palabras hicieron tal mella en mi, que no sólo tardé años en reponerme si no que, me hicieron pensar, bien a las claras, que para superar lo que me esperaba, no me valdrían ya las artimañas que en el Paerón me libraban de los fantasmas, aquí, los fantasmas eran reales, eran yo y mis propias circunstancias…
Bueno, en el siguiente, si es que queréis, os explicaré de quién recibir la ayuda que sin duda me salvó.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Te he escuchado esta historia más de una vez, pero plasmada de esta manera me parece estar oyéndola por primera vez, deberias escribir tu autobiografia... seguro que seria un betsseller, sigue con esta serie en fasciculos, al menos has conseguido apaciguar los ánimos..... por cierto y contestando a una pregunta que se hace en este foro, me imagino que a estas alturas de Noviembre, Frailes, estoy segura, que huele a cebolla cocida, a morcilla, a especias en general.... o sea a gloria bendita.
Saludos