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CASTILLO DE LOCUBIN: ------------------------------ ------------------------------...

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(.....) El capitalismo es un sistema en el que se produce más para producir más. Se acumula capital para acumular más capital. Los capitalistas son como ratones en una rueda, que corren más deprisa a fin de correr aún más deprisa. En efecto, cada empresa se esfuerza por imponerse a la competencia, aumentando su ritmo de producción, haciendo trabajar más deprisa y más intensamente a sus trabajadores, intentando conquistar la mayor cantidad de mercado posible para sus productos. Mientras tanto, todas las otras empresas están embarcadas en la misma carrera. Todo el mundo produce más para no perder mercado, resistir la competencia y ser el último en quebrar, es decir, para poder seguir produciendo más y más indefinidamente. El sistema es tan absurdo que su mayor problema acaba siendo la sobreproducción. El capitalismo vive continuamente bajo la amenaza de crisis económica. Pero no porque falten productos, sino porque sobran. Se trata de una situación que, humananmente hablando, es disparatada. ¿Cuándo ha sido, en efecto, un problema para el hombre que sobre riqueza? Sin embargo, lo es y muy grave, bajo el capitalismo. Así por ejemplo, durante la crisis económica de los años ochenta, las vacas gallegas se alimentaron de mantequilla. Una cosa bastante absurda, porque la mantequilla sale de las vacas y cuesta mucho trabajo y esfuerzo producirla. Ahora bien, cuando las empresas capitalistas han producido más mantequilla de la que es posible vender, no hay muchas alternativas. Regalar la mantequilla sería tirar piedras contra el propio tejado, porque cuanta más mantequilla tenga la gente, menos aún la comprará. Pareció una buena idea dársela a las vacas porque ellas, al contrario, por ejemplo, que los niños pobres de Sudán, no son clientes potenciales en el mercado. Así engordaban rápidamente y producían mucha más leche con la que fabricar más y más mantequilla, todo ello con la esperanza de resistir sin quebrar la crisis económica del sector. Lo mismo ocurrió en otros muchos sectores, en los astilleros, en la siderurgia, en la agricultura en general. En Canarias tiraban por los acantilados toneladas y toneladas de plátanos y tomates que no se podían vender. Mientras tanto, por supuesto, multitud de pequeños fabricantes quebraron sin remedio, grandes empresas tuvieron que cerrar o reducir su plantilla, el paro aumentó, la miseria se incrementó; fue un desastre humano muy grande: el paro trajo desesperanza, depresión, degradación, millares de jóvenes se engancharon a la heroína... en muchos casos la tragedia familiar que se desencadenó no tenía límites. El problema era que la economía estaba enferma: sobraba mantequilla. Sobraban incluso misiles: había ya suficientes para destruir el mundo, no una sino mil veces.
La economía capitalista padece enfermedades que no tienen nada que ver con las de los hombres. A los hombres les viene bien la mantequilla y cuanta más mejor. Al capitalismo no. Si a una empresa privada le sobra mantequilla, puede resultarle fatal. Y además, el único remedio eficaz para los males del capitalismo consiste siempre en fabricar más y más y más. Imponerse a la competencia, copar el mercado, resistir la crisis. Al ser humano cuando le sobra riqueza, le parece lógico pararse a descansar. Al capitalismo no: que sobre riqueza en el mercado es un grave problema que sólo tiene una solución, producir aún más riqueza y de forma más acelerada, aunque para ello haya que dejar exhausta a la población. Los capitalistas, en efecto, son como ratones que corren en la rueda cada vez más deprisa, justamente para correr aún más deprisa. Al capitalismo, el presente siempre le sabe a poco. Del mismo modo que Cronos nunca se saciaba devorando a sus hijos, el capitalismo devora etapas y etapas aunque para ello tenga que devorar también a los hombres que le son contemporáneos.
(.....) El capitalismo no puede detenerse: para no quebrar mañana, necesita producir al máximo hoy. El crecimiento económico es una imposición de la economía capitalista y para potenciarlo no se repara en medios humanos y ecológicos. La humanidad se encuentra embarcada así en un ritmo productivo criminal y suicida.
(...) La patronal lleva desde los años ochenta exigiendo más y más flexibilidad en el mercado laboral basura con el que cualquier joven se enfrenta hoy en día cuando decide ganarse la vida por su cuenta. Puede que ecuentre un trabajo de tres meses, en una empresa de trabajo temporal, cobrando una miseria, en Vallecas. Luego puede que se le contrate una semana, pero esa vez en Asturias. Siempre podría encontrar trabajo por temporada de tres meses, pero en un invernadero de Almería. Puede también trabajar de teleoperador, tres días en Orange, dos meses en Vodafone y luego un día si y otro no en Telefónica, según los caprichos de la subcontrata. Luego, seguramente, tendrá que alternar con unos meses de paro. Mientras tanto, habrá cobrado un sueldo insultante que le habrá permitido subsistir, pero en un piso compartido o, como suele ocurrir, en casa de sus padress, pese a conar ya con 25, con 30, con 35 años. ¿Este sujeto tiene muchas posibilidades de fundar una familia, de tener dos o tres hijos, de instalarse siquiera en algún sitio?
El capitalismo ha llevado una proletarización de la humanidad sin límites: un proletario es una nada social. Un proletario es lo que queda de un hombre cuando lo arrancas de su familia, de su tradición, de su patria, de su vida religiosa y cultural..... sin patria, sin familia, sin dioses, sin parentesco, sin cultura, sin costumbres, sin tener donde caerse muerto........”

"Educación para la Ciudadanía", de Pedro Fernández Liria, Luis Alegre Zahonero, Miguel Brieva y Carlos Fernández Liria. Editorial Akal. www. akal. com