ZUFRE: Buenas tardes Emigrao, moclinas-os/zufreñas-zufreños:...

Buenas tardes Emigrao, moclinas-os/zufreñas-zufreños:

¡Cómo me recuerda la Romería del Rocío, la de mi Virgen de la Cuesta!, salvando las distancias, claro está. Ya que la de mi pueblo es muchísimo más modesta, pero para mí de un valor incalculable.

Desde que el 29 de Junio de 1.653 fuera proclamada Patrona de Almonte, la imagen de la Virgen del Rocío se viste de Pastora y visita a su pueblo. Siete años tardan los almonteños en poder tener a su patrona entre ellos, con ellos... Y por eso la fiesta es grande, la mayor que conoce el pueblo.

Celosa está la marisma
que entre sus aguas atesora
los reflejos de la Virgen
con su traje de Pastora.
Pasaron siete Rocíos
con la marisma de espejo
y la vistieron de pastora,
¡quién tuviera el privilegio!.
Se cumple lo que se sueña
y entre pinos y arenales
Almonte lleva a su dueña
sin corona ni varales
de Pastora siendo Reina.

Desde que la cubren en la aldea para que no sufra los rigores del camino hasta que en el Chaparral la descubren para que asome sus ojos a los hijos de Almonte, la Pastora sabe lo que es ir cruzando caminos a hombros de los suyos, por las sendas que trazó la tradición.

En el verano, después de un centenario de almanaques de espera, por la tarde ya están allí los suyos, todos los que se sienten rocieros de esas horas mágicas a la espera de la visita. La Camarista que ha visto pasear de Pastora por el Real, le coloca las telas que habrán de protegerla por el camino. Es un camino duro, a veces bajo el calor, siempre envuelta en polvo; a veces atravesando fangales. Pero el campo es la patria terrenal de esta Virgen, su dominio más querido y cruzar entre las jaras, frente al viento limpio que llega de la mar, por las mismas huellas de sus hijos es deseo de Quien anida en silencio en la ermita blanca, junto a la Madre.

Calentaba el sol
cuando mis ojos vieron
lo que tanto y tanto había esperado.
Mira que vas guapa
con tirabuzones y traje de pastora
y tu pastorcito que contento va.
La vi salir de su ermita,
era una tarde agosteña,
cuando de pronto un pañuelo
cubrió su cara almonteña
y un marismeño capote
cubrió su cuerpo a la vez.
Sonaron salvas de escopeta
como plegarias de fe
Qué quieres que yo te cuente
del Traslado y del Camino
si palabras yo no tengo
para contarte lo que he visto
Solo doy gracias a Dios
por la suerte que he tenido
de poder ser almonteño
y tener a esa pastora como Madre celestial
y también como Patrona.
Quien pudiera a ti contarte
lo que es la fe de un pueblo entero
como llevan a su Reina cuando sienten su costero.

Si nos llenan las noches de las acampadas de las hermandades en su anual peregrinar al Rocío por Pentecostés, la noche del camino entre la Aldea y Almonte, no tiene igual.

El aire, asustado de la pólvora que, como tormenta domesticada, truena en los cañones de las escopetas almonteñas, aletea como un bando de pájaros miedosos sobre la multitud. Ella, Rocío, va entre las luces de los coches que alumbran los caminos como linternas samaritanas.

Son tres leguas que se cruzarán a tientas pero conscientes de que el alba tendrá el frescor de la blandura de su rostro cuando llegue el momento.

Van los mozos levantando el perfil oculto de Rocío y los pinos y la tierra entonan una inaudita Salve Campera.

Nunca sola, como siempre pasa...

Rocío hace el camino desde su ermita hasta su pueblo entre el fervor y la alegría de quienes tienen en ella a su Virgen, a su motivo de fe... a su motivo de esperanza... a su motivo de alegría... Porque alegría es siempre la que acompaña a esta Virgen. Una alegría que, en este traslado, hace que el campo parezca una Romería de Pentecostés.

Cada aparición de la Virgen del Rocío es una ocasión para que los rocieros acudan a estar cerca de Ella, a acompañarla, a seguirla... y es, entonces, cuando nace una nueva dimensión del camino. La imagen que tenemos de un tradicional camino se transforma porque, si es verdad que la estampa del romero es casi idéntica, en el lugar del Simpecado va, aunque cubierta de tela, la que es sagrado eje de todo lo que es el Rocío: La Virgen.

Almonte sale de su casa, se vacía, para ir en busca de su Virgen y patrona. Hay en esa búsqueda un entusiasmo filial único, gozoso, como un canto de romero y Ella cruza como una sombra colocando en el paisaje la dulce huella de su mariano pie.

Almonte se hizo de flores
recibiendo a la Pastora
y con salvas de escopetas
quiere despertar a la aurora.
Pasaron siete Rocíos,
la Virgen viene a lo lejos
para visitar Almonte
¿Quien tiene ese privilegio?

Pero donde de verdad el traslado cobra su momento es a la llegada a Almonte.

Si en el camino, junto a los cantes y los rezos sonaron tiros de escopeta, el recibimiento en el Chaparral, en Almonte no tiene comparación. Cuando la Camarista, al romper el día le quita a Rocío las telas que la vinieron protegiendo y la cara de la Pastora asoma como el más preciado sol de la más celestial amanecida, el delirio se apodera de la muchedumbre que la aguarda impaciente para pasearla por las calles del pueblo y dejarla en la Iglesia como quien recibiera a su Madre después de muchos días fuera de su casa y supiera que la va a tener en deseado y glorioso hospedaje.

Y para este motivo Almonte se transforma: Le pone a su caserío el contrapunto mágico de arcos y templetes adornados como solo este pueblo podrá hacerlo en honor a su Virgen.

Quien no ha visto como se adorna Almonte para esperar a su Virgen y celebrar la estancia de Ella en el pueblo, no podrá entender nunca como es la devoción mariana de los andaluces. El pueblo entero colabora para que la plaza principal y las calles que la Señora recorre desde el Chaparral hasta la Iglesia sea un mundo de fantasía donde el fervor y la gracia se funden para levantar una ciudad blanca que deje constancia de que allí, en Almonte, está la Virgen del Rocío.

Bajo la noche iluminada, la composición del pueblo invita a imaginar que paseamos bajo una inmaculada catedral de papel. Las calles por donde Ella va son de imposible paso. Miles de devotos contemplan absortos como los del lugar, almonteños que siguen las más viejas tradiciones, llenan el aire de explosiones de escopetas que son la más marismeña salva que pueda ofrecerse a una Virgen que es Reina de las Marismas. Un olor a pólvora se queda flotando en el aire donde los pájaros asustados salen en estampida, locos de ruidos y extrañados por la inhabitual multitud.

Aunque no lleves estrellas
ni media luna a tus plantas
ahí tienes a un pueblo entero
que quiere llevar tus andas
Con corona y con sombrero
pa mi siempre eres la misma
y te beso en el sendero
Pastora de las Marismas

Desde el último camino
siete años de mi vida
siete coplas, siete sueños
y una promesa cumplida

Cada siete años cuando Rocío peregrina hasta Almonte, la soledad de la aldea sola la compensa el gran ambiente festivo y el gran reguero de devociones que, desde todos los puntos de España, confluyen en Almonte que en esos días la estancia de la Virgen la convierten en la capital mariana por derecho propio.

Nueve meses mía y conmigo dirá Almonte con mas razón que nunca. Nueve meses en que la Iglesia del pueblo será el mas ilusionado vientre que habrá de desembocar en el alumbramiento del Regreso, igual que se vino.

Pero antes, ahora vestida de Reina, Rocío recorrerá las calles y dejará claro donde anida cuando no está en la aldea. Su pueblo, al filo del paroxismo, entra en la Iglesia a buscarla para pasearla por sus calles y siempre, siempre que Almonte la levanta parece Lunes de Pentecostés, siempre parece que es una Madrugada donde los relojes son esclavos de la voluntad de un pueblo.

Vive lejos de su pueblo
por razones de trabajo
que no tenía dinero
y emigró a un país extraño.
Echa de menos a su gente,
la tradición de su pueblo,
lleva allí más de siete años
guardando viejos deseos.
Yo quiero volver,
yo quiero hacer el camino
bajo ese cielo de estrellas
y llevar a la Pastora
por las calles almonteñas.

Y con esplendor, que si Almonte supo como nadie ir a por ella, traerla y recibirla, como nadie sabe dejarla salir después de pasearla toda la noche por el pueblo cuando sea otra vez amanecida y espere un camino de regreso lleno de entusiasmo como cuando venían. Eso será falten escasos días para un nuevo Lunes de Pentecostés y otra vez acompañarla y otra vez por el mismo camino dejarla en su nido al pie de la Madre.

Sueño Señora... sueño...
con ese jueves que me indicaba
que estaba andando
Llegué hasta tu ermita
me postré a tus plantas
lloré emocionao
No sé lo que vi en su cara
mientras la miraba
pero Ella me ha hablao
Quién fuera reja
para escuchar las plegarias
del peregrino que reza
y tós los días del año
poder estar junto a Ella.

Sueño Señora... sueño...
con ese Lunes
que tanto anhelan los rocieros
Levantó su vuelo, extendió sus alas
en llegando el aire
y el perfume marismeño lo siente
Almonte al tocar sus andas.
Quién fuera brisa
para acariciar tu cara
mientras las estrellas brillan
y sentir cerca tu mirada
Señora de las Marismas

Sueño Señora... sueño...
con los momentos
que la he llevao
sobre mis hombros
Me voy acercando a tus andas
después de un año esperando
soñando con poder llevarla
ya no me quedaban fuerzas
pero era mi fe la que me empujaba
Quién fuera cielo
para despertar al alba
cuando sienta tu cortejo
y siempre poder llevarte
como lo hiciera en mis sueños.

Para entender mejor el Rocío, para acercarse a la magnitud que esta Romería levanta en el ánimo del sur, hay que seguir a la Virgen por los caminos hasta llegar a Almonte y hay que estar en Almonte cuando Ella está porque entonces, sólo entonces, se entenderá bien el vacío de una aldea que sin Ella no es sino un plácido solar marismeño.