En una segunda etapa, las constantes luchas internas entre emires, provocan la venida de ciertas tribus del Sahara, conocidas como los almorávides. En 1091, éstos dominan todo Al-andalus y Lebla deja de depender de Al-Mutadid de
Sevilla. La ciudad alcanza un alto grado de desarrollo, en el que, gracias a la tolerancia islámica, se mantiene un buen grupo de cristianos que conservan su fe y sus
costumbres y las
iglesias con sus obispos y cultos. La ciudad florece y llega a tener 40.000 habitantes.