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EL CERRO DE ANDEVALO: ¡Vamo a ve! ¿Estamo ya to y toas?...

¡Vamo a ve! ¿Estamo ya to y toas?
Empiezo:
Seve, ¡menua jangá no va a jace tu hija y su marío! Nos va a dejá aburrío una jartá día. Hablando con mi mujé de esto, me dice ” ¡Arza p’allá!, eso t’está mu bien empleao, no querei ma que ordenadó, ordenadó. Seve tiene que está bien arregañao.”
Yo le digo que ya te la aviará tú para escribí argo. Y dice, “ ¿Ma toavia de lo de antié?, ¡coño, po tiene que tené borboja en lo deo! Mira, él que le diga a su hija que cada mochuelo a su olivo, y asunto terminao. Eso de escribí como cagajón por chorreo no tiene cuenta.
Yo le digo que también vendrán tus nietas, y me contesta. “ ¡Catalhaí!; estará chavetao perdió con la chiquilla…”
Mira, las traducciones que te las haga tu señora esposa.
Por supuesto que conocimos a las personas que citas. Si no recuerdo mal, Sebastiana la “Torila” tenía un hijo, Rafael “El relojero” le decíamos; tocaba muy bien la guitarra; era cojo. En El Cerro enseñó a tocarla a mucha gente. Murió joven. Una hermana, Vicenta, estaba casada con Manuel “El Cordobés” que jugaba muy bien al futbol, sólo con la izquierda y con la cabeza. Era un portento. Trabajó con mi padre en La Joya.
Otra hermana, Manuela, vive en El Cerro. No sé porque todos la conocen por Manuela la “Torila” porque su nombre verdadero es Lucía.
Otra hermana, que se llamaba Isabel, se fue hace cerca de 50 años o más a Barcelona. A sus hijos los conocíamos por el apodo: Forte. Jamás volvieron al pueblo.
De La Santana, me acuerdo mucho. Tenía un quiosco en la plaza y un cuartito para vender tabaco, caramelos, corrucos (pregúntale a Benita si se acuerda de los corrucos), borrachos, etc, en lo que hoy es el Bar Andévalo. Su casa estaba en El Barrio.

Ahora voy contigo, Isamaría. ¿No tenéis, tu contrario y tú, mucho morro? Engañáis a la pobre Isabel, con un guisado de carne con papa (y los revoltillos. ¿qué?), y el verdadero motivo era convertirla en abuela canguro. Menos mal que seguro que a ella no le importó, al contrario, ¿verdad? ¡Si es que los viejos somos la leche!
Por la hora en que escribes tu mensaje, la velada debió prolongarse un buen rato.
Dice, Ana, mi contraria, que se acuerda de cuando tu abuela les llevaba por la tarde, al obrador del convento, el café con tostada o pan y queso a tu madre y a tu tía Petra.
Un consejo para tu contrario: Cuando vuelvas a beber aguardiente, le echas agua. Verás que se pone blanco, pero la parte más cerca del borde del vaso, no está blanca; es una lámina muy fina, pero es alcohol puro. Con cuidado, inclina un poco el vaso y derrama un poquitín; con eso le has quitado mucho alcohol. De todas formas, si has pillao una buena pea de aguardiente, cuando te levantes de dormirla tendrás resaca. No hay nada mejor que tomarse una, solo una, copita de aguardiente. Hay un refrán que dice. “A horno caldeado, matojazo” Yo ni lo pruebo, pero tuve un buen maestro, un profesional de la bebida: Mi difunto suegro.
El bar donde tomaste la última copa que dices, creo que es el de Juan “el Perrito meón”, cuyos cuñados están ahí en Barcelona y también tienen o tenían un bar.

Castilleja, en nuestra tierra, no se hablara muy “redicho”, pero la gracia, el salero y el humor… eso nos sobra hasta después de muertos. En El Cerro había un maricón (1,90 m, de altura, una espalda como un armario empotrao, y un arte que no se podía aguantar) Hizo un trabajo y tardaban en pagarle; hasta que un día se dió de frente con el deudor y le dijo: “Don Arfonso, digo yo que la quiniela la rellené pero entavía no he visto el resultao”
Bueno, me he pasado un montón de pueblos, como dicen aquí en Vitoria.

Espero que me perdonéis por el tostón. Besos para todos (también para tus nietas, Seve, y tus querubinas, Isamaría).
Agur