Desde Roma yo he venio, a Alosno a parar, lo juro por Santa Bárbara,
Que no es casolidad, allí me enteré que existe una calle famosa, conocida por Real.
Y busco una ámapola, que a mi, me quiere besar, los labios de una alosnera.
Granas, granas como un clável, y dulces los supongo, mas dulces que la miel.
Un beso me mando, yo aviso he recibio, y quiero que me lo entregue, ese beso es mio.
En el monumento, a Toronjo, te tengo yo que esperar.
A lo mejor no apareces, por ser mujer casá.
Me lo dijeron las piedras, las piedras de las calle, a las que fuí a preguntar.
¡¡Ten cuidao, me dijeron, que es mujer casá!!
Las piedras llorarán de pena, y a mi me haran llorar,
Por querer a una alosnera, esa piedras de las calles a las que fuí a preguntar.
Eres, explendor del Andevalo, y te puedes marchitar, por eso a la sombra.
A la sombra de una encina te tengo yo que esperar.
Y cuando el sol se ponga, allí yo estaré, que el sol no quéme tu cara.
Que el sol no quéme tu piel, ni la luna acaricíe tu pelo, ni bese tu morena téz.
Así, me han dicho que eres, las piedras a las que yo le pregunté,
Y como ellas, me lo han dicho yo le tengo que creer.
De ellas siento celos, pues las acaricias a tu paso, las acaricias con tus pies.
Ellas saben donde vives, y yo a la sombra de la éncina, a la sombra de el laúrel.
Me ofrecistes un beso, y si no me lo das, yo si lo daré, allí a las piedras.
Allí, donde tu pisas, a las piedras. ¡¡A las que yo le pregunté!!
A las Alosneras y a tí Latina.
El Poeta.
Que no es casolidad, allí me enteré que existe una calle famosa, conocida por Real.
Y busco una ámapola, que a mi, me quiere besar, los labios de una alosnera.
Granas, granas como un clável, y dulces los supongo, mas dulces que la miel.
Un beso me mando, yo aviso he recibio, y quiero que me lo entregue, ese beso es mio.
En el monumento, a Toronjo, te tengo yo que esperar.
A lo mejor no apareces, por ser mujer casá.
Me lo dijeron las piedras, las piedras de las calle, a las que fuí a preguntar.
¡¡Ten cuidao, me dijeron, que es mujer casá!!
Las piedras llorarán de pena, y a mi me haran llorar,
Por querer a una alosnera, esa piedras de las calles a las que fuí a preguntar.
Eres, explendor del Andevalo, y te puedes marchitar, por eso a la sombra.
A la sombra de una encina te tengo yo que esperar.
Y cuando el sol se ponga, allí yo estaré, que el sol no quéme tu cara.
Que el sol no quéme tu piel, ni la luna acaricíe tu pelo, ni bese tu morena téz.
Así, me han dicho que eres, las piedras a las que yo le pregunté,
Y como ellas, me lo han dicho yo le tengo que creer.
De ellas siento celos, pues las acaricias a tu paso, las acaricias con tus pies.
Ellas saben donde vives, y yo a la sombra de la éncina, a la sombra de el laúrel.
Me ofrecistes un beso, y si no me lo das, yo si lo daré, allí a las piedras.
Allí, donde tu pisas, a las piedras. ¡¡A las que yo le pregunté!!
A las Alosneras y a tí Latina.
El Poeta.