EL TíO PURCHENA: Me es grato recordar a un hombre alrededor de los setenta y cinco, que con flexibilidad ayudaba en tareas de labranza. Era simpático, caminaba con elegancia con su bastón de almendro, disimulaba sus piernas ya cansadas, sus ojos azules claros y vivarachos, cuando miraba clavaba. La nariz grandota, aguileña y ligeramente curvada, hacía gracia, cuando gesticulaba, moviendo su crecida verruga de la cara. Era afable, dinámico y a veces enérgico, cuando perdía su escasa paciencia, su ánimo se venía a bajo.
En verano nos dedicábamos a cavar remolachas, por las mañanas temprano, Era trabajador incansable, bueno y honrado, sentía lo ajeno como propio, su buena fe, por comprar algún periate, le llevaba a una vida demasiada austera. El pasado lo acostumbró a no gastar ni la pequeña pensión, que por derecho le tocaba. Sr. Purchena fuiste un buen hombre, limpio y tierno de corazón, la memoria me trae a aquel menor, que tantas veces le acompañaba y escuchaba en su sabia experiencia. Un feliz recuerdo de un hombre con un gran talento natural.. A.
En verano nos dedicábamos a cavar remolachas, por las mañanas temprano, Era trabajador incansable, bueno y honrado, sentía lo ajeno como propio, su buena fe, por comprar algún periate, le llevaba a una vida demasiada austera. El pasado lo acostumbró a no gastar ni la pequeña pensión, que por derecho le tocaba. Sr. Purchena fuiste un buen hombre, limpio y tierno de corazón, la memoria me trae a aquel menor, que tantas veces le acompañaba y escuchaba en su sabia experiencia. Un feliz recuerdo de un hombre con un gran talento natural.. A.
