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PEDRO MARTINEZ: En una estación de tren de Tokio había algo que nadie...

En una estación de tren de Tokio había algo que nadie soportaba: las caídas en las escaleras mecánicas. No eran accidentes espectaculares. Eran discretos… pero constantes.
Personas mayores que perdían el equilibrio. Niños que resbalaban. Maletas que se deslizaban hacia atrás.
El responsable de mantenimiento se llamaba Hiroshi Tanaka.
No era ingeniero jefe. No diseñaba máquinas. Su trabajo era simple: Mirar. Escuchar. Anotar incidentes. Y cada tarde, anotaba lo mismo: “Persona cae al mirar hacia atrás”. “Persona pisa mal el primer peldaño”. “Persona retrocede sin darse cuenta”.
Una noche, mientras limpiaba los pasamanos, se fijó en algo que los demás no veían: la mayoría de la gente no miraba al subir. Miraba al teléfono, a los bolsos, al suelo. No había atención.
Había inercia. Hiroshi no podía cambiar la máquina.
No podía cambiar a las personas. Pero podía cambiar el primer segundo. Tomó cinta amarilla de señalización. Y pintó una franja brillante en el primer escalón. Solo uno. Nada más. A la mañana siguiente, observó. Los usuarios, al llegar al borde, bajaban la vista automáticamente. Veían la franja. Ajustaban el paso.
Ese día… no hubo caídas. Hiroshi no dijo nada. Dejó la franja varias semanas. Las caídas se redujeron casi a cero.
Cuando la empresa revisó el informe, preguntó:— ¿Qué hiciste?
Hiroshi señaló el primer escalón.—Les recordé dónde empieza el movimiento. No hubo aplausos. No hubo titulares. No hubo patente. Pero el sistema de transporte japonés adoptó la idea.
Luego otros países asiáticos. Luego Europa. Luego América.
Hoy, en escaleras mecánicas de aeropuertos, metros, centros comerciales y estaciones del mundo entero…
Existe una línea amarilla en el primer peldaño. No es decoración.
No es estética. Es un mensaje silencioso:“ Ahora empieza algo que se mueve. Presta atención. ”Nadie sabe quién la inventó.
Hiroshi murió años después sin mencionarlo jamás.
Su hijo contó una frase que él repetía siempre al volver de su turno: “Si un pequeño detalle evita que alguien caiga…
entonces ya valió la pena el día Y desde entonces, millones de personas suben una escalera mecánica sin pensarlo…
Sin saber que alguien, hace décadas, decidió pintar una línea para que el mundo tropezara menos.