Luz ahora 0,08000 €/kWh

PEDRO MARTINEZ: Afueras de Estambul, 2023....

Afueras de Estambul, 2023.
En la azotea de un viejo hospital, los trabajadores notaban algo extraño: un halcón peregrino, inmóvil sobre la barandilla de ventilación. No cazaba. No gritaba. Solo miraba hacia una de las ventanas del cuarto piso, sin moverse.
Día tras día, bajo la lluvia, el calor o el viento, el ave permanecía allí, como una estatua viva.
Los empleados comenzaron a observarla. Le dejaron carne, agua. A veces desaparecía unos minutos, pero siempre regresaba al mismo punto.
— ¿Por qué no se va? —preguntó una enfermera.
—Quizá espera a alguien.
Un periodista curioso investigó y descubrió lo impensable: justo en ese cuarto piso, había sido ingresado un anciano cetrero llamado Mehmet Arslan, famoso en su aldea por haber criado halcones durante décadas. Uno en particular, un macho nacido en su balcón, que había liberado cuando ya era adulto.
Lo había llamado Karayel.
Y aunque hacía más de cinco años que no lo veía… el halcón había vuelto.
Mehmet estaba inconsciente, con un fallo cardíaco. Pero cada tarde, cuando se oía el silbido agudo del halcón, sus signos vitales se alteraban ligeramente. Como si el alma reconociera que lo esperaban.
En el día 19, cuando el personal ya hablaba de milagros, Mehmet despertó.
— ¿Sigue ahí? —preguntó con voz rota.
—Sí —respondió la enfermera, conteniendo las lágrimas—. No se ha movido en 19 días.
Pidió que lo llevaran a la ventana.
Y cuando Karayel lo vio… voló directo hasta él. No entró. No se posó. Solo giró en el aire tres veces y se elevó hacia el cielo, perdiéndose entre las nubes.
Mehmet solo dijo:
—Vino a asegurarse de que aún estoy aquí.
Nadie volvió a ver al halcón.
Pero cada tarde, en la barandilla oxidada, alguien sigue dejando carne fresca.
Por si regresa.
Porque hay vínculos que sobrevuelan el tiempo.