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PEDRO MARTINEZ: Amazonas, 2023. Muy lejos de donde llegan los turistas,...

Amazonas, 2023. Muy lejos de donde llegan los turistas, en una pequeña comunidad indígena cerca del río Purus, un grupo de niños encontró algo inesperado: un tapir joven, sucio, herido y deshidratado, atrapado en el barro.
No era común verlos tan cerca de las casas. Suelen ser tímidos, casi fantasmas del bosque. Pero este, que luego llamarían Karu, parecía rendido.
— ¡Está temblando! —gritó un niño.
El curandero de la aldea, un hombre mayor de nombre Tupá, pidió que lo trajeran con cuidado. Karu no se resistió. Apenas podía moverse. Le limpiaron la herida de una pata y lo envolvieron con mantas húmedas. Pero Tupá notó otra cosa.
—Este no tiene solo el cuerpo cansado —dijo, acariciando su cabeza—. Tiene el alma rota.
Pasaron los días y Karu no comía. No emitía sonidos. Solo dormía en silencio, como si no quisiera seguir.
Hasta que un día, llovió fuerte. Uno de los niños, Yari, notó que Karu se arrastraba hacia el charco formado junto a las casas. Se tumbó en el agua, cerró los ojos… y suspiró.
— ¡Le gusta! —dijo Yari—. ¡Quiere bañarse!
A partir de entonces, cada día preparaban para Karu un charco artificial de agua tibia con hojas medicinales. Allí se quedaba horas, moviendo lentamente las orejas, respirando profundo. Los niños decían que “estaba soñando”.
Poco a poco, volvió a caminar. Luego, a comer. Y luego… a correr.
Pero lo más bello fue el día en que, tras su baño diario, se acercó al fuego donde los niños contaban historias, se tumbó a su lado y apoyó la cabeza sobre las piernas de Yari.
No huyó cuando un tambor sonó.
No tembló cuando alguien rió fuerte.
Solo permaneció ahí, como diciendo: “Aquí me quedo”.
Karu pudo haber vuelto al bosque. Pero nunca lo hizo.
Hoy vive junto a la aldea. Libre. Pero elige volver cada noche, cuando los niños preparan su baño. Dicen que es su ritual. Que le recuerda que el amor no siempre se ve, pero se siente… como el agua tibia sobre una herida.