Compramos energía a futuro

PEDRO MARTINEZ: En una plaza del sur de Italia, donde los relojes parecían...

En una plaza del sur de Italia, donde los relojes parecían ir más lentos que en el resto del mundo, vivía un niño llamado Elías… pero todos lo conocían como “il tempo”.
Tenía nueve años, una bicicleta sin frenos y una mirada que se detenía en todo.
Pero lo que lo hacía especial no era eso.
Era que regalaba tiempo.
Literalmente.
Una vez por semana, elegía a una persona del barrio y le decía:
—Hoy… mi tiempo es para ti.
No llevaba móvil.
No pedía nada.
Solo se quedaba con esa persona, lo que durara la tarde.
Un martes acompañó a un panadero viudo que ya no hablaba con nadie.
— ¿Qué quieres hacer, niño?
—Lo que usted haría si no estuviera solo.
Y amasaron juntos.
Otro jueves caminó con una anciana que ya no tenía a quién contarle sus recuerdos.
—No tengo historias alegres —advirtió ella.
—No importa. Tengo tiempo para escucharlas.
Y se sentaron en una banca, hasta que anocheció.
Una vez, ayudó a un adolescente a reparar su patinete.
Otra, estuvo horas mirando el mar con un pescador que había perdido a su hijo.
Nunca preguntaba por qué.
Solo decía:
—Hoy, mi tiempo es tuyo. Haz con él lo que necesites.
Nadie entendía por qué lo hacía.
Hasta que un día, se mudó sin previo aviso.
Su padre había conseguido trabajo en otra ciudad.
En la plaza, dejaron una caja con cartas.
Cada persona a la que Elías había regalado su tiempo… escribió una.
—Volví a hornear.
—Volví a reír.
—Volví a hablar.
—Volví a existir.
A veces creemos que los niños no tienen nada que ofrecer.
Pero hay niños…
que te regalan lo más valioso que existe:
un rato donde el mundo se detiene.
Y tú vuelves a sentirte visto.