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PEDRO MARTINEZ: En un barrio donde todo era cemento, verjas oxidadas...

En un barrio donde todo era cemento, verjas oxidadas y ventanas con rejas, empezó a aparecer algo raro: puertas pintadas. No puertas reales, no. Eran murales. Pequeños. Hermosos. En paredes rajadas, en muros de fábricas abandonadas, en la parte trasera de supermercados. Algunas con escalones, otras con aldabas antiguas o conredores de flores que nadie había regado nunca.
La gente las notaba, pero nadie sabía quién las hacía.
Hasta que una madrugada, Adrián —que regresaba de una fiesta, con el alma a medio armar— vio la silueta de un hombre mayor, pincel en mano, terminando una puerta azul turquesa sobre una pared gris.
— ¿Vos sos el que pinta eso?
El hombre se giró. Tenía barba blanca, gorro de lana y un abrigo que parecía una manta. Pero sus ojos eran los de un niño con secretos.
—Sí. ¿Te gusta?
— ¿Por qué puertas?
—Porque toda cárcel necesita una salida, aunque sea imaginaria.
Adrián se rió con incredulidad.
— ¿Y qué ganás con eso?
—Nada. O todo. Depende quién la mire.
— ¿Cómo te llamás?
—Me llamaban Simón, cuando alguien me nombraba. Ahora soy “el que pinta las salidas”.
Adrián se quedó mirándolo pintar en silencio.
— ¿Vivís en la calle?
—Vivo donde me deje el viento. Pero estas puertas son mis casas. Cada una es un refugio para quien la necesite.
— ¿Refugio? Si no se puede entrar…
Simón sonrió, sin dejar de mover el pincel.
—Entrás con la imaginación. A veces, cuando no podés cambiar la realidad, lo único que te queda es cambiar cómo la mirás.
— ¿Y cómo sabés dónde ponerlas?
—Donde hay más tristeza, ahí va una puerta. Donde nadie mira, ahí pinto una salida. Es mi manera de decir: “Esto también puede ser hermoso”.
Días después, los vecinos comenzaron a fotografiar las puertas. Algunas decían cosas en letra pequeña, si uno se agachaba a leer:
“Sal por aquí, pero no te olvides de volver por los que aún no pueden.”
“La libertad empieza cuando te imaginás que es posible.”
Un día, Adrián volvió a buscar a Simón, pero no lo encontró. Ni a él ni a sus pinceles. Solo una nueva puerta, en la pared de su propia casa. Era roja, con mariposas. Y al pie, una frase:
“A veces, cuando no sabés para dónde ir… lo mejor es inventar la salida.”
—Simón..