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PEDRO MARTINEZ: En el centro del parque más antiguo de la ciudad había...

En el centro del parque más antiguo de la ciudad había una banca de madera gastada, situada bajo un roble gigantesco. Nadie sabía quién la había colocado allí ni cuántos años tenía, pero todos coincidían en que ese lugar tenía algo especial.
Cada mañana, Don Ernesto, un hombre de 80 años, se sentaba en esa banca con una libreta en las manos. Escribía, tachaba, volvía a escribir. A veces sonreía, a veces lloraba.
Un joven llamado Andrés, que solía pasar por allí camino al trabajo, comenzó a notar su presencia diaria. Un día, movido por la curiosidad, se acercó.
—Buenos días, señor. ¿Qué escribe tanto? —preguntó.
—Conversaciones —respondió Ernesto.
— ¿Con quién?
—Con quienes ya no están… y conmigo mismo.
Andrés sonrió, pensando que era una broma, pero el anciano le explicó:
—Mira, muchacho, este roble ha visto más despedidas que cualquier estación de tren. La gente se sienta aquí, llora, se ríe, recuerda. Yo escribo lo que el árbol me cuenta.
Durante semanas, Andrés empezó a sentarse junto a él, sin entender muy bien por qué. Hasta que un día, después de una ruptura dolorosa, llegó antes del amanecer. Encontró a Don Ernesto esperándolo. Sin preguntas, el anciano le tendió la libreta y un bolígrafo.
—Escribe lo que no puedes decirle a nadie. El árbol sabrá guardarlo.
Andrés escribió durante horas. Cuando terminó, Ernesto arrancó la hoja, la dobló con cuidado y la enterró bajo las raíces del roble.
— ¿Por qué la entierras? —preguntó el joven.
—Porque las raíces son como la memoria de Dios. Todo lo que les confías, lo transforma en algo nuevo.
A partir de entonces, la banca nunca estuvo vacía. Otros comenzaron a hacer lo mismo: dejar escritos sus dolores, sus sueños, sus secretos. Y, de algún modo, todos salían de allí más ligeros.
Años después, cuando Ernesto ya no estuvo, Andrés siguió yendo. Mantenía la libreta, el bolígrafo y la costumbre de escuchar.
Y así, bajo la sombra del roble, la banca seguía cumpliendo su propósito: recordarle a cada persona que lo esencial no es olvidar… sino encontrar un lugar donde dejar lo que pesa, para que algo más grande lo transforme.