Ofertas de luz y gas

PEDRO MARTINEZ: En una esquina de Oaxaca, junto al mercado, había un...

En una esquina de Oaxaca, junto al mercado, había un zapatero viejo llamado Don Matías Herrera.
Su taller era un banco de madera, unas herramientas gastadas y un paraguas roto para taparse del sol.
Cada día, arreglaba zapatos de adultos: les cosía las suelas, les cambiaba las agujetas, les pegaba los bordes.
Pero cuando llegaba un niño con los tenis rotos, Don Matías hacía algo distinto:
—“A los niños no se les cobra por caminar” —decía.
Les remendaba los zapatos, les limpiaba el polvo y, a veces, les dibujaba una estrellita en la plantilla con plumón negro.
—“Para que no se te olvide por dónde has pasado” —les decía sonriendo.
Nunca aceptaba dinero de ellos.
—“Págame caminando bonito. Págame usando bien esos pies.”
La gente del barrio sabía que si un niño llegaba con un zapato roto, Matías lo recibía antes que a nadie.
Un día, un turista le preguntó por qué hacía eso.
Don Matías respondió:
—“Los adultos tienen tarjetas y cuentas bancarias. Los niños solo tienen los zapatos. Y si esos se rompen, se les rompe el mundo.”
Con el tiempo, los niños crecían, pero siempre volvían.
A los 15, a los 20, volvían a saludar al zapatero.
Le llevaban café, pan, a veces un abrazo.
Y aunque ya no necesitaban sus servicios, le decían lo mismo:
—“Gracias, Don Matías. Por remendarme los zapatos cuando no sabía por dónde caminar.”
Hoy, su banco sigue en la esquina.
Y si un niño se acerca, él sigue haciendo lo mismo:
Remendar.
Sonreír.
Y poner una estrella escondida en la suela.
Por si algún día se les olvida que caminar… también es un regalo.