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PEDRO MARTINEZ: Tenía 10 años cuando rompí la ventana del aula....

Tenía 10 años cuando rompí la ventana del aula.
Estábamos jugando fútbol en el recreo.
Le pegué con todas mis fuerzas…
Y la pelota salió disparada contra el vidrio.
Se hizo un silencio seco.
Todos se quedaron mirando.
Yo también… pero fingí sorpresa.
Al rato, llegó el director.
Nos miró uno por uno.
Y sin levantar la voz, dijo:
— ¿Quién fue?
Nadie habló.
Yo sentía que el corazón se me salía.
Y entonces él dijo:
—No se preocupen. No voy a castigar a nadie. Solo quiero saber quién fue… para enseñarle cómo se arregla una ventana.
Seguí callado.
Pero al rato, uno de los niños levantó la mano.
Y dijo que había sido él.
Era mi mejor amigo.
Y yo… lo dejé cargar con mi error.
Ese día no lo regañaron.
Lo llevaron con el conserje.
Le enseñaron a usar herramientas, a limpiar los vidrios rotos con cuidado, a poner cinta…
Y mientras lo hacía, el director se quedó a su lado.
Yo lo miraba desde la distancia. Me sentía el peor ser humano del planeta.
Esa noche no pude dormir.
Al día siguiente, fui directo al director. Le confesé la verdad.
Él no se sorprendió. Solo me dijo:
—A veces, el error más grande… es callar lo que uno ya sabe que debe decir.
Pero decirlo, incluso con miedo, es el primer paso para empezar de nuevo.
Luego, busqué a mi amigo.
Y le pregunté por qué lo había hecho. Por qué me cubrió.
Y él me respondió algo que nunca voy a olvidar:
—Porque sabía que tú no estabas listo.
Pero también sabía que un día… sí lo estarías.
Ese día entendí que no todos los errores necesitan castigo.
Algunos solo necesitan tiempo.
Tiempo para comprender, para tener coraje, para hacer lo correcto.
Y también entendí que un verdadero amigo no siempre te empuja a hablar…
A veces te espera en silencio.
Hasta que tú solo… encuentras el momento de decir aquello que tenías atorado.