Un día, un león dormía tranquilo cuando un pequeño ratón pasó corriendo por encima de su cuerpo. El león despertó enfadado y atrapó al ratón con su enorme garra.
— ¿Cómo te atreves a molestarme? —rugió.
El ratoncito, temblando, suplicó:
—Por favor, perdóname. Si me dejas vivir, quizás algún día pueda ayudarte.
El león soltó una carcajada, divertido por la idea de que un ratón pudiera ayudarlo, pero finalmente lo dejó ir.
Poco tiempo después, el león cayó en una trampa de cazadores. Atado por cuerdas gruesas, rugió con fuerza, sin poder escapar.
El ratón, que escuchó sus rugidos, corrió hacia él. Con sus pequeños dientes, comenzó a roer las cuerdas hasta que el león quedó libre.
—Te lo dije —dijo el ratón con una sonrisa.
Nunca subestimes a nadie. No importa lo pequeño que seas, puedes hacer grandes cosas.
Y si tienes poder, no lo uses para aplastar: úsalo para perdonar.
La vida da vueltas. A veces, quien más necesita ayuda es quien parece más fuerte.
La verdadera grandeza está en la humildad y en el corazón con el que tratamos a los demás.
— ¿Cómo te atreves a molestarme? —rugió.
El ratoncito, temblando, suplicó:
—Por favor, perdóname. Si me dejas vivir, quizás algún día pueda ayudarte.
El león soltó una carcajada, divertido por la idea de que un ratón pudiera ayudarlo, pero finalmente lo dejó ir.
Poco tiempo después, el león cayó en una trampa de cazadores. Atado por cuerdas gruesas, rugió con fuerza, sin poder escapar.
El ratón, que escuchó sus rugidos, corrió hacia él. Con sus pequeños dientes, comenzó a roer las cuerdas hasta que el león quedó libre.
—Te lo dije —dijo el ratón con una sonrisa.
Nunca subestimes a nadie. No importa lo pequeño que seas, puedes hacer grandes cosas.
Y si tienes poder, no lo uses para aplastar: úsalo para perdonar.
La vida da vueltas. A veces, quien más necesita ayuda es quien parece más fuerte.
La verdadera grandeza está en la humildad y en el corazón con el que tratamos a los demás.