Cuenta la leyenda que Orfeo, el más grande músico que jamás haya existido, poseía un talento tan sublime que incluso las piedras y los árboles se conmovían con el sonido de su lira. Sin embargo, su historia estuvo marcada por la tristeza, pues perdió a su amada Eurídice y, tras un fallido intento de traerla de regreso del Inframundo, vagó por la tierra sumido en el dolor.
Los dioses lo observaron con compasión, pero el destino quiso que su viaje terminara trágicamente. Su canto, antes lleno de amor y esperanza, se convirtió en un lamento melancólico que resonaba en los valles y ríos. Fue entonces cuando, según la leyenda, las aguas del río Hebro acuñaron su lira y su cabeza, llevándolas hasta la orilla donde las ninfas, espíritus de la naturaleza, las encontraron.
Las ninfas, al reconocer a Orfeo, se llenaron de asombro y tristeza. Se dice que, incluso en su eterno descanso, sus labios todavía susurraban suaves melodías que flotaban en el viento. Con devoción, ellas reconocieron lo que quedaba del poeta y lo honraron con cantos y flores, asegurando que su música jamás sería olvidada. Desde entonces, en cada brisa que atraviesa los bosques y en el murmullo de los ríos, se puede escuchar el eco de Orfeo, recordando al mundo la inmortalidad del arte y el poder del amor verdadero.
Los dioses lo observaron con compasión, pero el destino quiso que su viaje terminara trágicamente. Su canto, antes lleno de amor y esperanza, se convirtió en un lamento melancólico que resonaba en los valles y ríos. Fue entonces cuando, según la leyenda, las aguas del río Hebro acuñaron su lira y su cabeza, llevándolas hasta la orilla donde las ninfas, espíritus de la naturaleza, las encontraron.
Las ninfas, al reconocer a Orfeo, se llenaron de asombro y tristeza. Se dice que, incluso en su eterno descanso, sus labios todavía susurraban suaves melodías que flotaban en el viento. Con devoción, ellas reconocieron lo que quedaba del poeta y lo honraron con cantos y flores, asegurando que su música jamás sería olvidada. Desde entonces, en cada brisa que atraviesa los bosques y en el murmullo de los ríos, se puede escuchar el eco de Orfeo, recordando al mundo la inmortalidad del arte y el poder del amor verdadero.