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PEDRO MARTINEZ: En una granja vivían un Caballo y una Gallina. El Caballo...

En una granja vivían un Caballo y una Gallina. El Caballo era fuerte, rápido y elegante. El granjero estaba orgulloso de él, lo cuidaba y a menudo lo mostraba a los vecinos como su hermoso caballo.
La Gallina, en cambio, parecía ser solo un ave común y corriente que corría por el patio en busca de granos.
El Caballo estaba orgulloso de su fuerza y agilidad, pero en secreto consideraba a la Gallina insignificante.
— Siempre estás ocupada, poniendo huevos, escarbando la tierra… ¿Qué hay de especial en eso? — decía él.
— Cada uno encuentra su utilidad en la vida, — respondía la Gallina, sin ofenderse.
Un día, después de una fuerte lluvia, el suelo en el pastizal se ablandó. El Caballo paseaba alegremente, cuando de repente sus cascos quedaron atrapados en el barro. Intentó liberarse, pero con cada movimiento se hundía más.
— ¡Alguien! ¡Ayuda! — gritó él.
Las vacas y ovejas miraban desde lejos, asustadas, pero nadie se atrevía a acercarse. El granjero estaba lejos, y nadie sabía cuándo volvería.
En ese momento, la Gallina, al escuchar el grito, corrió hacia el pastizal. Al ver que el Caballo estaba atrapado, inmediatamente comprendió que no podría hacerlo sola.
— ¡Aguanta, voy a pensar en algo! — gritó la Gallina.
Rápidamente corrió al granero, donde estaba estacionado el tractor del granjero. Pero, ¿cómo llamar la atención del granjero?
La Gallina se acercó a la puerta de la casa del granjero, comenzó a cloqueetear fuerte, golpear la ventana con sus alas y saltar por el patio. El granjero salió, sorprendido por su extraño comportamiento.
— ¿Qué te pasa, Gallina? — preguntó él.
Pero la Gallina no se detenía — corrió hacia el tractor, cloqueó de nuevo y se dirigió hacia el pastizal. El granjero frunció el ceño, pero decidió echar un vistazo para ver qué sucedía.
Cuando vio al Caballo atrapado en el barro, entendió que sin el tractor no podría sacarlo. Rápidamente puso en marcha la máquina, lanzó una cuerda al Caballo y cuidadosamente lo arrastró hacia tierra firme.
El Caballo fue salvado.
Estaba temblando, pero estaba a salvo. Al levantar la cabeza, vio a la Gallina, que estaba al lado, mirándolo con preocupación.
— ¿Fuiste tú quien trajo al granjero? — preguntó el Caballo.
— Sí, hice lo que pude, — respondió modestamente la Gallina.
El Caballo guardó silencio. Se sentía avergonzado. Siempre había mirado por encima del hombro a la Gallina, considerándola insignificante, pero fue precisamente la Gallina quien lo salvó, no por su fuerza, sino por su ingenio.
— Perdóname, — finalmente dijo el Caballo. — Fui tonto al pensar que solo la fuerza importa. Eres pequeña, pero tu ingenio y valentía me salvaron la vida.
La Gallina simplemente sonrió:
— Solo recuerda que a veces los más pequeños pueden hacer grandes cosas.
Desde entonces, el Caballo y la Gallina se convirtieron en verdaderos amigos, y el Caballo nunca más juzgó a otros por su apariencia o fuerza.