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PEDRO MARTINEZ: El árbol del otoño....

El árbol del otoño.

Nuestro árbol crece junto al Río Darro, no muy lejos de la Alhambra, por debajo de la Fuente del Avellano y entre el Generalife, el Sacromonte y Valparaíso. Muy pocos lo conocen a pesar de sus años.
No es un castaño, y tampoco un armez ni un álamo, pero nuestro árbol, posee un enorme tronco añoso y curtido, un espeso bosque forman sus ramas, su porte es tan majestuoso, bello y gallardo, que enamora el alma con sólo verlo, e infunde respeto.
Algunos lugareños simplemente le llaman "El árbol" y otros, lo conocen como "El árbol del otoño". Preguntados éstos;
¿Porqué se le conoce con el nombre de árbol del otoño?
--Porque dicen que es, de todos los árboles que crecen por estos contornos, "el primero en anunciar el otoño"
¿Anunciar el otoño?
--Sí, y lo anuncia a través del color de sus hojas. Dicen, que en cuanto llega el otoño, sus hojas se visten de color ocre, pero que estas no se le caen, sino que se se quedan en sus ramas hasta que llega el frío del invierno.
-- ¿O sea, que es el primer árbol que por aquí se engalana con los colores dorados cuando llega el otoño, pero el último en quedarse sis hojas?
--Así es.
-- ¿Y se sabe a qué se debe ese fenómeno?
--Se sabe y, a los que conocen esa historia, se les entristece el corazón en cuanto el árbol comienza a teñirse de ocre, anunciando el otoño.
-- ¿Y eso?
Y aquella tarde de otoño sentado con aquel hombre frente al árbol, con la Alhambra camuflada por entre sus ramas, le dijo;
--Dicen que en tiempos pasados, un hombre vivía en el Albaicín, y tenía sus tierras cerca del Darro, cuando éste recogía su cosecha, subía hasta la Alhambra para venderla. A veces vendía sus frutos a otros que también iban por allí a vender otras cosas y, a veces, ofrecía sus hortalizas y verduras a los reyes de los palacios. Solía tener suerte, y siempre que iba a la Alhambra, lo vendía todo.
Pero, sucedió que un día, que estando él vendiendo los frutos de su huerto en una de las puertas de la Alhambra, pasó por allí una princesa, dicen que era princesa por su gran hermosura y los vestidos de seda que vestía. Al verla, el vendedor de fruta se quedó tan prendado de ella, que no pudo resistir mirarla fijamente. Ella, que se percató de ello, se paró cerca. Y el, se aproximó y le dijo;
--Como tu de bella nunca he visto a otra mujer en el mundo.
¿Quieres ser la princesa de mis sueños?
Y ella, después de mirarlo fijamente, pasado un rato, le preguntó;
-- ¿Donde vives?
--En el barrio del Albaicín.
-- ¿Y a qué te dedicas?
--Tengo un pequeño huerto junto a las aguas del Darro, y cerca de él, crece un árbol muy grande.
--Pues cuando llegue el otoño, esperame bajo ese árbol, iré a verte cuando sus hojas se vistan con los colores de los atardeceres de Granada. Responderé entonces a la pregunta que me has hecho y te contaré un secreto.
El hombre feliz, como no lo había sido nunca, aquel día bajó de la Alhambra lo primero que hizo fue irse a donde está el árbol. Bajo sus ramas permaneció largo rato sentado, sin parar de mirar los palacios de la Alhambra, y pensando en su amada princesa. A partir de entonces, se pasó un día, y otro, durante mucho tiempo cuidando del árbol y esperando paciente a que llegase el otoño.
Cuando se aproximó la fecha, todas las hojas del árbol se colorearon de ocre, antes que cualquier otro árbol o planta. El hombre esperó ilusionado y paciente, pero la princesa de sus sueños no aparecía por ninguna parte.
Se acabó el otoño, también el invierno y la primavera, y cuando se acercó otra vez el otoño, de nuevo él vino bajo el árbol a esperarla. Tampoco, en ese otoño, se presentó la princesa de sus sueños, ni el siguiente ni nunca. Sin embargo el hombre, sí continuo esperándola cada otoño, y veía, como nosotros ahora, que aquel árbol se teñía de ocre antes que ningún otro, como si ansiara la llegada de la princesa y se vistiera con su mej traje para recibirla.
La Princesa no apareció nunca por allí, el hombre murió de viejo, pero, ni un solo otoño dejó de venir bajo el árbol a esperarla. Pasados los años, se olvidaron de aquella historia las pocas personas que la sabían y, aunque seguía corriendo el tiempo, el árbol no se olvidó de seguir anunciando el otoño siempre que se acercaba esa estación del año. Y lo mismo que en aquellos días, siempre lo hace primero y conserva sus hojas hasta la llegada de los fríos del invierno.
Siento que esta historia no tenga el final que seguramente todos estabais esperando, pero, en las historias, como en la la vida, no todo tiene un final feliz.