Iasá y el origen del arcoiris
Esta leyenda cuenta cómo una joven de la tribu Cashinahua, Iasá, era tan hermosa que el dios Tupá se enamoró de ella, algo a lo que ella correspondía llegando ambos a formar una pareja enamorada y feliz. Sin embargo también el demonio Anhangá llegaría a fijarse en la muchacha, el cual con el fin de impedir que se comprometiera con Tupá y conseguir su amor acudiría a la madre de la mujer con el propósito pedirle su mano, ofreciendo a cambio toda el alimento que necesitara para el resto de su vida si le era concedida. La madre accedió al trato, debiendo entonces Iasá casarse con el Anhangá y separarse de Tupá.
Iasá le pidió a su futuro esposo que le concediera el deseo de volver a ver a su amado Tupa antes de acceder a casarse y vivir en el inframundo. El demonio aceptó pero pondría una condición: cortarse en el brazo con el fin de que la sangre creara un camino que pudiera seguir.
Sabiendo esto y con el fin de despistar a Anhangá, Tupá intentaría con la ayuda de los dioses del Sol, el Cielo y el Mar crear diferentes trazos de distintos colores (amarillo, azúl cielo y azúl marino respectivamente) que hicieran el el demonio perdiera la pista de Iasá. La mujer, sin embargo, iría perdiendo fuerzas a la par que perdía sangre, hasta el punto de caer al suelo y morir en la playa, no llegando a reencontrarse con su amado. La mezcla de su sangre y el polvo de la arena que surgiría de su choque contra el suelo iría formando asimismo trazos naranja, violeta y verde. El conjunto de todos estos rastros formaría el primer arcoiris.
Esta leyenda cuenta cómo una joven de la tribu Cashinahua, Iasá, era tan hermosa que el dios Tupá se enamoró de ella, algo a lo que ella correspondía llegando ambos a formar una pareja enamorada y feliz. Sin embargo también el demonio Anhangá llegaría a fijarse en la muchacha, el cual con el fin de impedir que se comprometiera con Tupá y conseguir su amor acudiría a la madre de la mujer con el propósito pedirle su mano, ofreciendo a cambio toda el alimento que necesitara para el resto de su vida si le era concedida. La madre accedió al trato, debiendo entonces Iasá casarse con el Anhangá y separarse de Tupá.
Iasá le pidió a su futuro esposo que le concediera el deseo de volver a ver a su amado Tupa antes de acceder a casarse y vivir en el inframundo. El demonio aceptó pero pondría una condición: cortarse en el brazo con el fin de que la sangre creara un camino que pudiera seguir.
Sabiendo esto y con el fin de despistar a Anhangá, Tupá intentaría con la ayuda de los dioses del Sol, el Cielo y el Mar crear diferentes trazos de distintos colores (amarillo, azúl cielo y azúl marino respectivamente) que hicieran el el demonio perdiera la pista de Iasá. La mujer, sin embargo, iría perdiendo fuerzas a la par que perdía sangre, hasta el punto de caer al suelo y morir en la playa, no llegando a reencontrarse con su amado. La mezcla de su sangre y el polvo de la arena que surgiría de su choque contra el suelo iría formando asimismo trazos naranja, violeta y verde. El conjunto de todos estos rastros formaría el primer arcoiris.