Luz ahora 0,06507 €/kWh

PEDRO MARTINEZ: La aventura de Ulises en el palacio de Circe.... mitología...

La aventura de Ulises en el palacio de Circe.... mitología

Tras la terrible experiencia de Ulises y sus hombres con los feroces lestrigones, y la pérdida de tantos hombres, la siguiente parada de este grupo de guerreros de Ítaca fue una pequeña isla llamada Eea.

Ulises envió al mejor y más sensato de sus hombres, Euríloco, al mando de un grupo de guerreros, para buscar alimentos y bebida.

El grupo comandado por Euríloco se adentró en la isla, y después de un gran trecho andando, vieron a lo lejos, en lo alto de una colina, un majestuoso palacio de piedra. Con toda la precaución del mundo, decidieron investigar quién vivía allí. ¡Y qué sorpresa al encontrarse tras la puerta a una hermosísima mujer! Era sin duda la mujer más bella que habían visto nunca.

– Bienvenidos. Me llamo Circe, hija de Helios, rey del sol, y de Perseis, ninfa hija del océano. Estoy muy contenta de que hayáis decidido visitar mi isla.

La hermosa mujer ofreció a los hombres suculentos manjares y el mejor de los vinos que tenía. Y todos comenzaron a comer y a beber con ansias, menos Euríloco, que seguía sin fiarse a pesar de la amabilidad de esa mujer, y prefirió observar todo bien escondido en un rincón de la habitación, tras unas cortinas.

Todo parecía normal… sus hombres comían con gusto, reían y disfrutaban de ese momento. Pero tras beber la última gota de la botella de vino, Circe sacó una varita mágica y convirtió a todos los hombres en cerdos. Después, les llevó al establo.

Euríloco, al ver aquello, salió corriendo de allí y avisó a Ulises, quien, muy enfadado, tomó su espada y pidió a su hombre que le llevara al palacio. No pensaba perder a todos sus hombres de esa forma.

– Ten mucho cuidado, Ulises… esa mujer es una hechicera. Te podría transformar en cualquier animal… o hacerte olvidar tu patria.

Pero Ulises fue muy afortunado. A mitad de camino, salió a su encuentro Hermes, mensajero de los dioses, con una flor en la mano.

– Alto, Ulises, detente un momento. Come esta flor que te envía Atenea y los hechizos de Circe no te harán efecto.

Ulises le hizo caso y se comió aquella flor. De esta manera, cuando se presentó ante Circe, ya no tenía ningún miedo.

– ¿Dónde están mis hombres? ¿Qué hiciste con ellos?- le dijo Ulises.

– No tengas tanta prisa, valiente guerrero… y come y bebe antes todo lo que quieras. Después, te devolveré a tus hombres si es lo que deseas…

Ulises sabía que ella tramaba algo, pues era muy astuta, pero estaba tranquilo. La flor de Atenea le protegería de todo. Así que comió y bebió, y cuando Circe quiso convertirlo en cerdo con su varita mágica… ¡No pudo hacerlo!

– ¿Cómo? ¿Por qué no puedo transformarte en cerdo a ti?- preguntó inquieta la bella mujer.

– Nada de lo que hagas contra mí te servirá… estoy protegido por los dioses- le respondió Ulises- Y ahora, llévame hasta mis hombres.

Circe comenzó a enamorarse desde ese momento de aquel valiente guerrero impune a sus sortilegios, y decidió hacerle caso. Le llevó hasta el corral en donde descansaban en su forma de cerdos los hombres de Ulises, y con ayuda de una pócima que vertió sobre ellos, les devolvió la forma humana.

Los guerreros abrazaron llorando a su jefe.

– No temáis más… no volveré a hechizaros- dijo Circe- Podéis quedaros en el palacio tanto como deseéis…

Ulises y sus hombres se quedaron en el palacio de Circe muchos días. Disfrutaron y fueron muy felices allí. Pero Ulises sabía que no podían quedarse para siempre.

– Echo mucho de menos mi tierra, Ítaca– le dijo Ulises a Circe- ¿Podrías ayudarnos para volver?

Circe no deseaba que Ulises se fuera. Estaba enamorada de él, pero sentía su dolor y sabía que debía dejarle partir.

– Antes de volver al barco, deberías consultar al adivino Tiresias de Tebas.

– Pero… ¡él vive en el inframundo!

– Sí… el camino será peligroso, pero él es el único que ve el futuro y él podrá decirte si debes partir o no. Si regresarás algún día a tu tierra o es un viaje sin sentido…

Ulises decidió hacer caso a Circe, y puso su barco rumbo al país de los cimerios. Sus hombres estaban aterrados: el cielo cada vez se oscurecía más, y los sonidos de aquel lugar producían escalofríos.

– ¿Estás seguro de lo que haces, Ulises? En el país de las sombras, en el inframundo, los muertos intentarán que te quedes con ellos para siempre- le explicó Euríloco.

– Sí, lo sé, amigo, pero debo saber si nuestro viaje tiene algún sentido o si por el contrario, os estoy conduciendo a una muerte innecesaria.

Ulises llegó hasta la puerta del Hades. Para que la losa de la entrada se abriera, tuvo que ofrecer numerosos sacrificios en memoria de los muertos, y vertió miel, leche y harina. Entonces, la puerta se abrió, y Ulises pudo pasar sin problema.

El camino por aquel lugar era tortuoso, pero lo peor de ello no fue el trayecto, sino todo lo que Ulises se fue encontrando por el camino. Las almas que habían muerto, le imploraban que se quedara con ellas. Lo peor fue cuando Ulises se encontró con su madre fallecida… Tuvo que hacer un gran esfuerzo y taparse los oídos para seguir adelante. El miedo que sentía era atroz, pero Ulises consiguió vencerlo.

Al poco apareció el adivino Tiresias.

– Ya estás aquí, Ulises… Te esperaba.

– Me gustaría conocer el futuro- le dijo entonces Ulises.

– Todo lo que puedo decirte, valiente guerrero, es que pasarás muchas dificultades, y que el viaje será largo, muy largo, pero al final, conseguirás regresar a tu patria. El mar está furioso, porque han cegado al hijo de Poseidón. Por eso lo pagará con todos los que navegan en este momento. Pero no desesperes. Sigue adelante, porque al final obtendrás tu recompensa.

Tras pronunciar estas últimas palabras, Tiresias desapareció, y Ulises y sus hombres regresaron al palacio de Circe, en donde descansaron durante todo un año, para alegría de la hechicera, quien además le dio muy buenos consejos a Ulises para hacer frente a las sirenas, y a salir con vida de la isla de Escia, la de Caribdis y la isla de Helios.