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PEDRO MARTINEZ: La leyenda de la Perla y el Dragón...

La leyenda de la Perla y el Dragón

Dice la leyenda que en la montaña más alta de la isla Kinabalu, vivía sumamente feliz una de estas criaturas.

La razón de su dicha era que entre sus posesiones más preciadas destacaba una perla de enorme tamaño, con la que jugaba todos los días. Había ocasiones en las que colocaba la joya en su boca y la aventaba al cielo.

Después, la atrapaba delicadamente con una de sus patas y volvía a repetir esa suerte una y otra vez.

Mientras eso ocurría, el emperador de China, le encomendaba a su hijo que fuera a aquella localidad para que luchara con la bestia y le arrebatara ese tesoro.

– Si logras hacer realidad mi deseo hijo mío, te prometo que ocuparás mi puesto a tu regreso.

El muchacho, quien, dicho sea de paso, era poseedor de una gran inteligencia, hizo que algunos de los soldados más valerosos del imperio lo acompañarán en su travesía.

Mientras zarparon con dirección a la isla de Kinabalu el príncipe pensaba en un plan que le permitiera robar la perla, sin correr riesgos.

De pronto, llegó a su mente la idea perfecta. Inmediatamente después mandó construir un papalote que pudiera soportar tanto su peso como el de un farol de papel.

La cometa quedó lista en una semana. Aprovechando los fuertes vientos de la región, el príncipe se amarró a ella y en cuestión de segundos llegó a la cima de la montaña. Aguardó pacientemente a que el dragón se durmiera y luego con mucho sigilo le quitó la perla y le dejó en su lugar el farol de papel.

Después el príncipe les pidió a sus hombres que lo bajaran y que salieran de ahí lo más pronto posible. Sin embargo, momentos más tarde, la bestia despertó y al darse cuenta de que su anhelado tesoro ya no estaba, se levantó y escupiendo fuego por la boca, descendió hasta el lugar en donde se hallaba la embarcación.

Los hombres navegaban a toda velocidad, mientras el dragón trataba a toda costa de darles alcance. En el instante en el que creyeron que todo estaba perdido, el hijo del emperador alistó uno de los cañones y le disparó a la criatura.

Ésta a su vez, confundida por el resplandor producido por la pólvora, pensó que los tripulantes habían arrojado su perla al mar, con el fin de salvarse. El dragón abrió su boca con la intención de «atraparla».

Sin embargo, el peso de la bala de cañón, provocó que se hundiera en las profundidades del mar.

Al llegar a palacio, el príncipe fue recibido como todo un héroe y al día siguiente fue nombrado emperador de toda China.