Luz ahora 0,09200 €/kWh

PEDRO MARTINEZ: ROCKO...

ROCKO

La noche era fría y la nieve caía sin cesar. En el suelo había una ligera capa de nieve que iba en aumento, posiblemente por la mañana alcanzaría los veinte centímetros. Con pasos indecisos se paseaba oliendo todo. Tenia hambre y buscaba algo que comer. Otros días encontraba un trozo de pan duro, un hueso que roer con algo de carne que alguno de esos seres de dos patas había tirado despreocupadamente. Incluso a veces podía comer las sobras de alguna suculenta cena. Esa noche no había nadie por las calles, solo el. Temblando de frio y con las patas congeladas, fue a tumbarse a la puerta de una casa. Posiblemente dormiría otra noche en la calle, pero al menos allí encontró un pequeño porche bajo el que guarecerse y una mullida alfombra sobre la que tumbarse. Dando vueltas, se disponía a ponerse cómodo para lo que seria una larga y fría noche. A lo lejos, vio acercarse hacia la casa por el camino de entrada a alguien con una larga gabardina y un extraño instrumento en la mano. Se trataba de otro de esos humanos y, al parecer, este vivía aquí. Rápidamente se levanto de la alfombra huyendo con el rabo entre las patas para ir a refugiarse en un rincón, se negaba a abandonar su cálido refugio. A la mayoría no le gustaba que durmiese en sus casas y le echaban a patadas.
El hombre subió los escalones y se sacudió la nieve en la alfombrilla. Giro su cabeza hacia la izquierda para dejar el paraguas que llevaba en las manos. Vio al animal agazapado en un rincón asustado y sin saber que hacer.
- ¿Que pasa amigo? ¿Te has perdido? No parece que estés perdido, hace un frio horrible, te vas a congelar. Anda ven, pasa a mi casa... veras, la casa es grande y yo vivo solo. Tengo un sofá muy confortable y una manta muy cálida y suave para ti.
El humano se iba agachando poco a poco mientras extendía su mano, invitándole a acercarse. Pero nuestro amigo de cuatro patas no se fiaba demasiado, podría ser una trampa.
-Venga, no voy a hacerte daño, además puedo compartir contigo algo de agua y un poco de carne fresca. Estoy seguro que te gustará y no creo que hayas comido.
El perro se acerco tímidamente a oler la mano extendida con el rabo entre las patas. Después de oler la mano y ver que era inofensiva lamió la cara de su simpático amigo y comenzó a dar saltos moviendo el rabo alegremente.
-Eso es, si señor. Creo que esto es el principio de una larga amistad. Necesitarás un nombre, creo que te llamaré Rocko. Vamos amigo, aquí hace demasiado frio, entremos en casa.
Y así fue como nuestro amigo Rocko, moviendo el rabo felizmente y con lagrimas en los ojos, durmió por primera vez en un lugar cálido y confortable después de saciar su sed y su hambre. Desde entonces se convirtieron en amigos inseparables para el resto de sus vidas