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PEDRO MARTINEZ: El sueño del sultán...

El sueño del sultán

Cuentan que en un lugar llamado Muizaiseifeim, gobernó un sultán un tanto arisco e irritable, de nombre, Mamaluc Pachá. Pues este sultán, Mamaluc, tenía entre sus defectos el exigir que todos hicieran lo mismo que él. Que el sultán comía, pues el resto comía. Que él leía, pues el resto leía.

Pasó un día que Mamaluc perdió el sueño. Sin saber por qué, no podía dormir. Al tercer día de insomnio, pidió a su comandante que ordenara a todo el mundo que dejara de dormir. Al fin y al cabo, todos tenían que hacer lo mismo que él.

– Desde hoy, está prohibido dormir en todo el reino- dijo el sultán.

A regañadientes, tanto los miembros de la corte, como los súbditos en todo el reino, pasaron esa misma noche en vela. Y una segunda noche. Y una tercera… Bueno, la tercera ya les costó más. El comandante tenía que supervisar por toda la corte que nadie durmiera, y luego salía por las calles del reino para sacudir con fuerza a aquel que intentaba dormir.

La cuarta noche fue más complicada. A muchos se les cerraban los ojos, y el comandante tuvo mucho trabajo en su guardia nocturna. Pero a la octava noche, ocurrió lo que tenía que ocurrir: el comandante no pudo más y se durmió. Concretamente, en la bañera. Y dormido el comandante, el resto no tuvo ningún impedimento en cerrar al fin los ojos.

Toda la corte y todo el reino se sumieron en un profundo sueño. Tal es así, que el sultán, al no escuchar nada de ruido, decidió salir de su cuarto a investigar qué pasaba.

Lo primero que oyó fue un leve sonido… el de unos ronquidos. En el salón, bajo la mesa, vio a todos sus ministros durmiendo a pierna suelta. En la cocina, tanto el cocinero como sus ayudantes, dormían profundamente. Y el colmo de los colmos fue cuando encontró al comandante durmiendo plácidamente en la bañera.

El sultán, muy enfadado, regresó a su cuarto, pensando en el escarmiento que debía dar a todos. Pero tuvo que esperar bastante a que se despertaran… Tanto su corte como todos los súbditos del reino, durmieron durante ocho días seguidos.

Al octavo día, el comandante se levantó con mucha energía de la bañera, y fue a ver al sultán.

– ¡Cómo te atreves!- gritó el sultán muy enfadado- ¡Habéis desobedecido mi orden! ¡Todos habéis dormido!

El sultán, muy digno, respondió:

– ¿Dormir nosotros? ¡Claro que no, majestad! Es más, venía a felicitarle porque al fin pudo dormir y curar su insomnio.

– ¿Cómo dices? ¿Dormir yo? ¡Sois vosotros los que os habéis dormido! ¡Yo os vi!

– Nosotros no dormimos, vigilamos su sueño. ¡Ya lo tengo! ¡Será que nos vio en sueños!

– ¿En sueños? ¡Si te vi durmiendo en la bañera!

– En sueños, majestad…

– ¡Y los ministros dormían bajo la mesa del salón!

– Los vería mientras dormía… en sueños…

– El cocinero, el ama de llaves… todos dormían en la cocina.

– En sueños, en sueños…

El caso es que repitió tantas veces el comandante la frase ‘en sueños’, que el sultán terminó por creérselo.

– Entonces, ¿he dormido?- preguntó algo extrañado el sultán.

– Sí, majestad, durante muchos días además… Al fin se curó su insomnio.

– ¡Pero eso hay que celebrarlo! ¡Organizaremos una fiesta para todos! ¡Y regalaré un carro lleno de grano a cada uno de los súbditos!

El comandante inclinó la cabeza en señal de agradecimiento y salió de la estancia dando un gran suspiro (de felicidad). Sabía que había mentido al hablar así de los sueños del sultán, pero había salvado la vida de muchas personas…