Leyendas de la Alhambra
Cuenta la leyenda que cuando el arquitecto Pedro Machuca se encontraba trabajando en la Alhambra, su amante Isabel era vista todos los días acercarse sola y como hechizada a la sala de Comarex, donde se sentaba durante horas a mirar un punto fijo en la pared de cuya existencia nadie más parecía darse cuenta. Poco a poco comenzó a circular la leyenda de que en el palacio nazarí había un hechizo lo que espantó a muchos de los trabajadores de Machuca y a los propios habitantes de la ciudad. Pasaron unos meses y por fin la joven reveló al arquitecto que, trás un pequeño hueco en la pared podía verse a un grupo de duendes o espíritus guardianes de un grandioso tesoro. Cuentan que ambos extrajeron el tesoro que permitió al Emperador Carlos I terminar las obras en su palacio y le proporcionó a Pedro Machuca fama y riqueza así como la posibilidad de permanecer siempre junto a su amada.
Cuenta la leyenda que cuando el arquitecto Pedro Machuca se encontraba trabajando en la Alhambra, su amante Isabel era vista todos los días acercarse sola y como hechizada a la sala de Comarex, donde se sentaba durante horas a mirar un punto fijo en la pared de cuya existencia nadie más parecía darse cuenta. Poco a poco comenzó a circular la leyenda de que en el palacio nazarí había un hechizo lo que espantó a muchos de los trabajadores de Machuca y a los propios habitantes de la ciudad. Pasaron unos meses y por fin la joven reveló al arquitecto que, trás un pequeño hueco en la pared podía verse a un grupo de duendes o espíritus guardianes de un grandioso tesoro. Cuentan que ambos extrajeron el tesoro que permitió al Emperador Carlos I terminar las obras en su palacio y le proporcionó a Pedro Machuca fama y riqueza así como la posibilidad de permanecer siempre junto a su amada.