La sierra nevada de Mérida
Cuenta una antigua leyenda venezolana que hace mucho, pero muchísimo tiempo, el sol y la luna tuvieron una hija que habitó en la Tierra. Se llamaba Caribay, y tenía el don de comunicarse con todos los animales y hacer brotar las flores y plantas a su paso.
Caribay vivía en armonía con la Naturaleza y quedaba fascinada con cada uno de los animales que iba descubriendo. Y ella, que pensaba que ya los conocía a todos, un día vio en lo alto del cielo unas aves grandes, muy grandes, con las plumas de las alas y la cabeza blancas. Quedó maravillada antes esos majestuosos pájaros que surcaban el cielo con una elegancia fastuosa. Ella jamás había visto un águila, y comenzó a seguirlas, hipnotizada por su belleza.
Caribay fue ascendiendo una montaña porque quería estar más cerca de esas aves. Subió, subió y subió hasta llegar a la cima de una de ellas. Entonces, se dio cuenta, con mucha pena, que no podría alcanzarlas, ya que las águilas seguían ascendiendo por el azul del cielo. Entonces, se le ocurrió llamarlas. Comenzó a cantar, y las águilas se dieron la vuelta, atraídas por esa dulce voz.
Las aves se posaron sobre las montañas que Caribay tenía en frente. Eran cinco águilas, y cada una se quedó quieta, muy quieta, en la cima de una montaña. Entonces, comenzó a soplar el viento, llegó el frío, porque estaban a mucha altura, y las águilas se quedaron petrificadas, mientras que Caribay, que comenzaba a sentir sus manos congeladas, decidió bajar y dejar allí a las águilas.
Las aves, al darse cuenta de que las habían engañado, se enfadaron mucho. Tanto, que consiguieron desprenderse de la capa de hielo que las cubría, con un fuerte aleteo que hizo temblar a las montañas. Sus plumas blancas se posaron sobre cada una de las cimas de las montañas, y allí se quedaron, congeladas, mientras las aves se alejaban de allí.
Desde entonces, las cumbres de esas cinco montañas permanecen siempre cubiertas de blanco. El sonido del viento que se escucha es el canto de Caribay, llamando a las águilas. Y de vez en cuando, aún se sienten temblores en la sierra de Mérida… Son las águilas, que vuelven para recordar su enfado a la joven Caribay.
Cuenta una antigua leyenda venezolana que hace mucho, pero muchísimo tiempo, el sol y la luna tuvieron una hija que habitó en la Tierra. Se llamaba Caribay, y tenía el don de comunicarse con todos los animales y hacer brotar las flores y plantas a su paso.
Caribay vivía en armonía con la Naturaleza y quedaba fascinada con cada uno de los animales que iba descubriendo. Y ella, que pensaba que ya los conocía a todos, un día vio en lo alto del cielo unas aves grandes, muy grandes, con las plumas de las alas y la cabeza blancas. Quedó maravillada antes esos majestuosos pájaros que surcaban el cielo con una elegancia fastuosa. Ella jamás había visto un águila, y comenzó a seguirlas, hipnotizada por su belleza.
Caribay fue ascendiendo una montaña porque quería estar más cerca de esas aves. Subió, subió y subió hasta llegar a la cima de una de ellas. Entonces, se dio cuenta, con mucha pena, que no podría alcanzarlas, ya que las águilas seguían ascendiendo por el azul del cielo. Entonces, se le ocurrió llamarlas. Comenzó a cantar, y las águilas se dieron la vuelta, atraídas por esa dulce voz.
Las aves se posaron sobre las montañas que Caribay tenía en frente. Eran cinco águilas, y cada una se quedó quieta, muy quieta, en la cima de una montaña. Entonces, comenzó a soplar el viento, llegó el frío, porque estaban a mucha altura, y las águilas se quedaron petrificadas, mientras que Caribay, que comenzaba a sentir sus manos congeladas, decidió bajar y dejar allí a las águilas.
Las aves, al darse cuenta de que las habían engañado, se enfadaron mucho. Tanto, que consiguieron desprenderse de la capa de hielo que las cubría, con un fuerte aleteo que hizo temblar a las montañas. Sus plumas blancas se posaron sobre cada una de las cimas de las montañas, y allí se quedaron, congeladas, mientras las aves se alejaban de allí.
Desde entonces, las cumbres de esas cinco montañas permanecen siempre cubiertas de blanco. El sonido del viento que se escucha es el canto de Caribay, llamando a las águilas. Y de vez en cuando, aún se sienten temblores en la sierra de Mérida… Son las águilas, que vuelven para recordar su enfado a la joven Caribay.