HISTORIAS DE UN PEQUEÑO SOÑADOR UN SABIO CONSEJO
Hoy llegué a casa queriendo descansar, me sentía estresado, los problemas de escuela y las responsabilidades del hogar me tenían a punto de estallar.
El abuelo nos visitaba ese día, tal y como lo venía haciendo desde hace mucho tiempo, el cual se había puesto por meta visitarnos una vez por mes.
- ¡Hola abuelo!
Le dije mientras lo abrazaba
- ¿Que tienes? te noto enfadado y diría yo un poco asta molesto
Pregunto
-Me siento molesto y estresado le dije, tengo tantas cargas y ya no se que hacer con ellas, hay días que he deseado desaparecer y olvidarme de todo.
Él, al mirar mi impotencia me abrazo y caminando conmigo me llevo a mi recámara y me dijo, siéntate, te contaré algo.
Hace mucho, pero mucho tiempo un padre jugaba con su hijo en un parque.
Después de jugar un buen rato con él, se dispuso a sentarse y se quedo observándolo, lo miro correr de aquí para haya y de pronto miro que aquel pequeño se detuvo frente a una gran piedra, la cual se propuso levantar.
Miraba como lo intentaba una y otra vez y al ver que no podía se puso a llorar.
Fue entonces que se levantó y camino así él y le dijo:
- ¿Por qué lloras?
-Porque por más que intento no puedo levantar esta piedra.
Le contesto su hijo con los ojos lleno de lágrimas.
-Si no has podido levantarla es porque no lo estás haciendo de la manera correcta.
-! Ven! le dijo, mete tu mano aquí y la otra por este lado y échale muchas fuerzas.
El pequeño lo hizo tal cual, pero al intentarlo, solo logro levantarla un poco y el peso lo volvió a vencer.
! Vez, No puedo hacerlo papá!
- ¡Claro que puedes! insistía aquel padre
Vuelve a meter tus manos y está vez échale todas tus fuerzas.
Y al intentarlo de nuevo logro levantarla un poco más y el peso lo volvió a vencer el cual hizo que se volviera a soltar en llanto.
Su padre conmovido le dijo;
-Esta vez quiero que metas tus dos manos por aquí mientras yo las meteré por este otro lado y a la cuenta de tres los dos echaremos muchas fuerzas ok.
El pequeño un poco más calmado volvió a ser lo que su padre le dijo y al mirar que juntos lograron mover aquella gran piedra sonrió y salto de alegría y le dijo:
- ¡Papá, papá lo logramos! Juntos levantamos esa gran piedra.
Su padre se arrodilló para poder mirarlo a los ojos y le dijo.
-En la vida hijo te encontrarás piedras chicas, grandes y enormes las cuales te inquietaran y querrás moverlas de tu camino.
Algunas lo logras moverlas tú mismo pero otras tendrás que hacerlo con otras personas y las enormes, las que creas que nadie puede mover esas solo podrás moverlas con Dios mismo, por qué él también es parte de tus fuerzas.
Ese pequeño. ¡Era yo!
- ¿Tú, abuelo? Si, yo era ase chiquillo terco dijo el abuelo y esa fue la enseñanza que un día me dejó mi padre y hoy te la comparto a tí.
Nunca vayas por la vida queriendo mover piedras enormes, la vida está llena de ellas pero cuando te encuentres una en tu camino recuerda que hay personas a tu alrededor que son parte de tus fuerzas y que Dios siempre está al pendiente de ti esperando que le pidas ayuda para moverlas.
Esa tarde simplemente fue sensacional he inolvidable y al caer la noche mire partir al abuelo y en aquel abrazo de despedida supo que había dejado en mi una gran enseñanza.
Hoy llegué a casa queriendo descansar, me sentía estresado, los problemas de escuela y las responsabilidades del hogar me tenían a punto de estallar.
El abuelo nos visitaba ese día, tal y como lo venía haciendo desde hace mucho tiempo, el cual se había puesto por meta visitarnos una vez por mes.
- ¡Hola abuelo!
Le dije mientras lo abrazaba
- ¿Que tienes? te noto enfadado y diría yo un poco asta molesto
Pregunto
-Me siento molesto y estresado le dije, tengo tantas cargas y ya no se que hacer con ellas, hay días que he deseado desaparecer y olvidarme de todo.
Él, al mirar mi impotencia me abrazo y caminando conmigo me llevo a mi recámara y me dijo, siéntate, te contaré algo.
Hace mucho, pero mucho tiempo un padre jugaba con su hijo en un parque.
Después de jugar un buen rato con él, se dispuso a sentarse y se quedo observándolo, lo miro correr de aquí para haya y de pronto miro que aquel pequeño se detuvo frente a una gran piedra, la cual se propuso levantar.
Miraba como lo intentaba una y otra vez y al ver que no podía se puso a llorar.
Fue entonces que se levantó y camino así él y le dijo:
- ¿Por qué lloras?
-Porque por más que intento no puedo levantar esta piedra.
Le contesto su hijo con los ojos lleno de lágrimas.
-Si no has podido levantarla es porque no lo estás haciendo de la manera correcta.
-! Ven! le dijo, mete tu mano aquí y la otra por este lado y échale muchas fuerzas.
El pequeño lo hizo tal cual, pero al intentarlo, solo logro levantarla un poco y el peso lo volvió a vencer.
! Vez, No puedo hacerlo papá!
- ¡Claro que puedes! insistía aquel padre
Vuelve a meter tus manos y está vez échale todas tus fuerzas.
Y al intentarlo de nuevo logro levantarla un poco más y el peso lo volvió a vencer el cual hizo que se volviera a soltar en llanto.
Su padre conmovido le dijo;
-Esta vez quiero que metas tus dos manos por aquí mientras yo las meteré por este otro lado y a la cuenta de tres los dos echaremos muchas fuerzas ok.
El pequeño un poco más calmado volvió a ser lo que su padre le dijo y al mirar que juntos lograron mover aquella gran piedra sonrió y salto de alegría y le dijo:
- ¡Papá, papá lo logramos! Juntos levantamos esa gran piedra.
Su padre se arrodilló para poder mirarlo a los ojos y le dijo.
-En la vida hijo te encontrarás piedras chicas, grandes y enormes las cuales te inquietaran y querrás moverlas de tu camino.
Algunas lo logras moverlas tú mismo pero otras tendrás que hacerlo con otras personas y las enormes, las que creas que nadie puede mover esas solo podrás moverlas con Dios mismo, por qué él también es parte de tus fuerzas.
Ese pequeño. ¡Era yo!
- ¿Tú, abuelo? Si, yo era ase chiquillo terco dijo el abuelo y esa fue la enseñanza que un día me dejó mi padre y hoy te la comparto a tí.
Nunca vayas por la vida queriendo mover piedras enormes, la vida está llena de ellas pero cuando te encuentres una en tu camino recuerda que hay personas a tu alrededor que son parte de tus fuerzas y que Dios siempre está al pendiente de ti esperando que le pidas ayuda para moverlas.
Esa tarde simplemente fue sensacional he inolvidable y al caer la noche mire partir al abuelo y en aquel abrazo de despedida supo que había dejado en mi una gran enseñanza.