PEDRO MARTINEZ: El paso del Río Alberche en la localidad de Cebreros...

El paso del Río Alberche en la localidad de Cebreros (Ávila) ya fue toda una odisea, haciendo temer a los componentes del séquito, como estaría y sería el paso por el gran Río Guadalquivir.

En Toledo sus ciudadanos pidieron pidieron que la comitiva se detuviera varios días para poder velar y rendir su homenaje a la monarca, pero la intensidad del temporal y el miedo a que empeorará el estado de los caminos los organizadores del traslado desestimaron dicha idea, parando sólo esa noche para descansar, hasta el día siguiente, tal y como venían haciendo por todas las localidades pasadas.

Tortuoso y complicado había sido el viaje, pero ahora se había tornado en una aventura peligrosa a su paso por Mengibar (Jaén), tal y como habían pronosticado, el paso por el Río Guadalquivir, crecido como pocas veces se había visto, y aunque no hubo que lamentar víctimas humanas, según cuentan las crónicas de la época, sí se perdieron varias caballerías, mulos y carretas arrastradas por las bravas aguas y la fuerte corriente del noble río andaluz.

Los carros y enseres debieron de ser arreglados sobre la marcha, y no fueron pocas las mulas que se despeñaron por los complicados pasos de montaña de la ruta andaluza, por donde seguía azotando el temporal de lluvia.

Por fin, el día 17 de Diciembre y tras veintiun días de marcha, el Real cortejo alcanzó a ver la fértil vega granaina y a lo lejos las Torres Bernejas, la Alcazaba sobre el fondo de Sierra Nevada, anunciaban que se había llegado al final de su destino.

El Consejo de Granada ya lo había presentado todo, y la ciudad esperaba los restos de su reina engalanada con trazos de luto, velas y tañer de campanas.

Desde la Puerta Elvira hasta el Palacio de la Alhambra, el cortejo fúnebre fue transcurriendo en absoluto silencio por las calles de la Granada recien conquistada.

El desfile era interminable, caballos, cortesanos, velas y tambores, precedidos todos ellos de un enorme pendón de Castilla especialmente engalanado para dicha ocasión.

El Domingo 28 de Diciembre de 1504, por fin, los restos de la soberana de Castilla fueron depositados en la oquedad que los monjes franciscanos de la Alhambra habían preparado frente al altar de la antigua Capilla Real Mora de la Alhambra.

Sobre la tumba de Isabel la Católica, solo una sencilla lápida de mármol blanco indicaba que allí descansaban sus restos.