EL COLEGIAL Y EL HACENDADO”
En un pueblo muy lejano vivían una anciana y su nieto un Colegial muy astuto. Una mañana el Colegial salió a caminar por el verde prado y observó buitres dando vueltas y vueltas en el cielo, se quedó observando las piruetas de aquellos animales voladores.
De tanto observar se durmió sobre el verde prado, en unos instantes despertó, percatándose de la presencia de buitres a su alrededor; pensó en atrapar un buitre y tenerlo de mascota. Fue así, que se levantó rápido y con una mano atrapó a un buitre de la pata.
Luego el Colegial muy contento fue a su casa llevando el buitre. La abuelita al ver llegar a su nieto con un buitre en la mano, se asustó y lo regaño sugiriéndole que suelte al animal. El Colegial suplicó a su abuelita que le concediera el permiso para tener el buitre por unos días en la casa, la abuelita aceptó la petición de su querido nieto.
Al día siguiente el Colegial cogió el dinero que tenía en su alcancía y llenó el buche del buitre con monedas de plata. En seguida fue a comer al mejor restaurante del pueblo, en donde comían Hacendados.
El Colegial ingresó al restaurant con su buitre en la mano y se sentó en la mejor mesa, pidió al mozo los mejores platos de comida y bebida de la noche, también pidió un pollo broster para el buitre. Los Hacendados que comían en las otras mesas observaban las acciones del Colegial y estaban muy sorprendidos.
El Colegial al terminar de comer con voz fuerte llamó al mozo preguntando cuánto es la cuenta, el mozo respondió: su cuenta es de cien monedas de plata, el muchacho en voz fuerte dijo: buitre amigo mío paga la cuenta y presionó el vientre del animal, cayeron las monedas de plata y completando las cien monedas de plata, le pagó al mozo. Luego el Colegial pasó a retirarse del restaurante.
Uno de los Hacendados, él más poderosos del pueblo, quedó estupefacto con el buitre al ver que arrojaba monedas de plata y se acercó al Colegial para ofrecerle un cuarto lleno de plata por el buitre. El Colegial se negó y dijo: el buitre es mi fiel amigo y a donde vaya me da monedas de plata para pagar la cuenta. El Hacendado más insistente le ofreció dos cuartos de plata y el Colegial por segunda vez se negó a la oferta del poderoso Hacendado. Entonces el Hacendado seguía insistiendo y aumentó la oferta “dos cuartos de plata y un cuarto de oro”. El Colegial aceptó la oferta.
El poderoso Hacendado muy contento de haber comprado el buitre organizó una fiesta en el pueblo, invitó a todos sus trabajadores. La fiesta estaba muy agraciada, había mucha comida y bocaditos.
Al terminar la fiesta todos los invitados se fueron muy contentos y el Hacendado llamó al mozo solicitando la cuenta, esta sumaba miles de monedas de plata; El Hacendado cogió al buitre y presionó su vientre, tan solo cayeron cinco monedas de plata, siguió presionando y no salían más monedas.
Pensó seguro que el buitre no ha comido y por eso no arroja monedas, de inmediato ordenó que le trajeran un pollo broster; el buitre devoró al pollo.
Por segunda vez presionó al vientre del animal y no salía monedas, continuaba presionando y no salía nada; muy molesto el Hacendado cortó al animal por mitad para ver que tenía en su vientre y solo encontró una moneda de plata, dándose cuenta de que el Colegial fue muy astuto al vender el buitre.
Al siguiente año el Hacendado volvió a encontrar al Colegial en un camino. El Hacendado mentalmente dijo: a este muchacho hoy si le daré un castigo, al acercarse comentó: hijo que haces, el Colegial le respondió aquí señor terminando de hervir agua en esta olla que no necesita el fuego, solo con cantar el agua hierve. El Hacendado asombrado observó que en realidad el agua estaba hirviendo en la olla.
El Hacendado decidió comprar la olla; proponiéndole dar dos caballos a cambio de la olla; el Colegial no acepta la oferta, entonces el Hacendado sube la oferta a cinco caballos por la olla, por tanta insistencia el Colegial aceptó la oferta.
El Hacendado prosiguió su marcha montado en su caballo, de tanto cabalgar muchas horas, tenía hambre y no tenía comida para poder alimentarse, recordó de la olla mágica que le compró al Colegial. Bajó de su caballo sacó su olla agregó los alimentos y agua, cantando para que hirviera la olla, cantando y cantando, la olla no hervía al contrario cada vez estaba más fría. Otra vez caí en la astucia del Colegial dijo el Hacendado muy enfurecido.
Pasaron unos meses y a la orilla de un río, volvieron a encontrarse el Hacendado y el Colegial. El Hacendado le dice: mi buen muchacho, este río es profundo. El Colegial respondió: mi señor a los animales que cría mi Papá el agua les da en el pecho y siempre cruzan este río. El Hacendado agradecido por la información, le propone trabajar en su hacienda como administrador, el joven aceptó la propuesta.
Entonces, el Hacendado y el Colegial al cruzar el río arreando a los animales hacia el agua; tuvieron una amargura al ver que el río se llevaba el ganado, uf…f, el Hacendado enfurecido pensó llevar al Colegial a la hacienda y tenerlo de esclavo y encerrado.
Luego de cruzar el río, el Hacendado pregunto al Colegial, mi buen muchacho, dime ¿qué animales cría tu padre que al cruzar el río el agua les da en el pecho?, el muchacho respondió: mi padre cría patos; el Hacendado más enfurecido le salía humo de su cabeza. Siempre el astuto Colegial le sorprendía.
Al llegar a la hacienda, el poderoso Hacendado muy cansado se quedó completamente dormido y soñando. Durante su sueño empezó a hablar y decía: mañana encierro al Colegial y no le doy de comer por treinta días; así va a pagar todo el daño que me causo. El Colegial estaba muy cerca de su dormitorio y escuchó las palabras del Hacendado, entonces pensó cómo salvarse sin que se diera cuenta el Hacendado.
El Colegial caminó por la hacienda pensando cómo salvarse del poderoso Hacendado, se encontró con el hijo del guardián de la hacienda llamado Ignacio, el Colegial le dijo a Ignacio que el Hacendado le trajo para que se encargará de administrar la hacienda. Ignacio respondió: qué suerte. El Colegial dijo: es mucha responsabilidad y extraño a mi familia. Ignacio dijo: yo te ayudaré. Entonces el Colegial le ofrece a Ignacio que sea el administrador a cambio de darle comida cuando se encontré en una habitación encerrado, pero que no se entere el Hacendado. Ignacio aceptó la propuesta.
Al día siguiente el Hacendado llamó al Colegial y le izo una apuesta, quien dura más tiempo encerrado sin comer. El Colegial aceptó el reto, siendo encerrado durante treinta días sin comer ni beber agua. Pero como el Colegial había negociado con Ignacio para que le llevara comida en las noches por treinta días, no tenía miedo a perder.
Pasaron los treinta días de estar encerrado. El Hacendado fue a ver al Colegial, pensando encontrarlo irreconocible, pero se dio cuenta con una sorpresa de verlo gordo, reluciente y fuerte. El Colegial lo saludo ¡buen día mi señor! El Hacendado sorprendió dijo: pero ¿cómo puedes existir sin comer y estar más gordo?. El Colegial sonriendo le respondió: mi señor al estar en oscuridad y encerrado toda persona tiende a engordar.
El Hacendado como estaba delgado le dijo: ahora enciérrame a mí porque quiero engordar. Así fue, el Colegial encerró al Hacendado y luego de pasar quince días fue a verlo y el Hacendado se encontraba muy mal, no podía pararse ni hablar solo extendía la mano. El Colegial muy triste liberó al Hacendado de la habitación, llevándolo a su dormitorio, pero ya no se podía moverse ni masticar para comer.
Fue el fin del Hacendado por su ignorancia. Quedó toda la hacienda para el Colegial, hacienda llamada el Montán.
En un pueblo muy lejano vivían una anciana y su nieto un Colegial muy astuto. Una mañana el Colegial salió a caminar por el verde prado y observó buitres dando vueltas y vueltas en el cielo, se quedó observando las piruetas de aquellos animales voladores.
De tanto observar se durmió sobre el verde prado, en unos instantes despertó, percatándose de la presencia de buitres a su alrededor; pensó en atrapar un buitre y tenerlo de mascota. Fue así, que se levantó rápido y con una mano atrapó a un buitre de la pata.
Luego el Colegial muy contento fue a su casa llevando el buitre. La abuelita al ver llegar a su nieto con un buitre en la mano, se asustó y lo regaño sugiriéndole que suelte al animal. El Colegial suplicó a su abuelita que le concediera el permiso para tener el buitre por unos días en la casa, la abuelita aceptó la petición de su querido nieto.
Al día siguiente el Colegial cogió el dinero que tenía en su alcancía y llenó el buche del buitre con monedas de plata. En seguida fue a comer al mejor restaurante del pueblo, en donde comían Hacendados.
El Colegial ingresó al restaurant con su buitre en la mano y se sentó en la mejor mesa, pidió al mozo los mejores platos de comida y bebida de la noche, también pidió un pollo broster para el buitre. Los Hacendados que comían en las otras mesas observaban las acciones del Colegial y estaban muy sorprendidos.
El Colegial al terminar de comer con voz fuerte llamó al mozo preguntando cuánto es la cuenta, el mozo respondió: su cuenta es de cien monedas de plata, el muchacho en voz fuerte dijo: buitre amigo mío paga la cuenta y presionó el vientre del animal, cayeron las monedas de plata y completando las cien monedas de plata, le pagó al mozo. Luego el Colegial pasó a retirarse del restaurante.
Uno de los Hacendados, él más poderosos del pueblo, quedó estupefacto con el buitre al ver que arrojaba monedas de plata y se acercó al Colegial para ofrecerle un cuarto lleno de plata por el buitre. El Colegial se negó y dijo: el buitre es mi fiel amigo y a donde vaya me da monedas de plata para pagar la cuenta. El Hacendado más insistente le ofreció dos cuartos de plata y el Colegial por segunda vez se negó a la oferta del poderoso Hacendado. Entonces el Hacendado seguía insistiendo y aumentó la oferta “dos cuartos de plata y un cuarto de oro”. El Colegial aceptó la oferta.
El poderoso Hacendado muy contento de haber comprado el buitre organizó una fiesta en el pueblo, invitó a todos sus trabajadores. La fiesta estaba muy agraciada, había mucha comida y bocaditos.
Al terminar la fiesta todos los invitados se fueron muy contentos y el Hacendado llamó al mozo solicitando la cuenta, esta sumaba miles de monedas de plata; El Hacendado cogió al buitre y presionó su vientre, tan solo cayeron cinco monedas de plata, siguió presionando y no salían más monedas.
Pensó seguro que el buitre no ha comido y por eso no arroja monedas, de inmediato ordenó que le trajeran un pollo broster; el buitre devoró al pollo.
Por segunda vez presionó al vientre del animal y no salía monedas, continuaba presionando y no salía nada; muy molesto el Hacendado cortó al animal por mitad para ver que tenía en su vientre y solo encontró una moneda de plata, dándose cuenta de que el Colegial fue muy astuto al vender el buitre.
Al siguiente año el Hacendado volvió a encontrar al Colegial en un camino. El Hacendado mentalmente dijo: a este muchacho hoy si le daré un castigo, al acercarse comentó: hijo que haces, el Colegial le respondió aquí señor terminando de hervir agua en esta olla que no necesita el fuego, solo con cantar el agua hierve. El Hacendado asombrado observó que en realidad el agua estaba hirviendo en la olla.
El Hacendado decidió comprar la olla; proponiéndole dar dos caballos a cambio de la olla; el Colegial no acepta la oferta, entonces el Hacendado sube la oferta a cinco caballos por la olla, por tanta insistencia el Colegial aceptó la oferta.
El Hacendado prosiguió su marcha montado en su caballo, de tanto cabalgar muchas horas, tenía hambre y no tenía comida para poder alimentarse, recordó de la olla mágica que le compró al Colegial. Bajó de su caballo sacó su olla agregó los alimentos y agua, cantando para que hirviera la olla, cantando y cantando, la olla no hervía al contrario cada vez estaba más fría. Otra vez caí en la astucia del Colegial dijo el Hacendado muy enfurecido.
Pasaron unos meses y a la orilla de un río, volvieron a encontrarse el Hacendado y el Colegial. El Hacendado le dice: mi buen muchacho, este río es profundo. El Colegial respondió: mi señor a los animales que cría mi Papá el agua les da en el pecho y siempre cruzan este río. El Hacendado agradecido por la información, le propone trabajar en su hacienda como administrador, el joven aceptó la propuesta.
Entonces, el Hacendado y el Colegial al cruzar el río arreando a los animales hacia el agua; tuvieron una amargura al ver que el río se llevaba el ganado, uf…f, el Hacendado enfurecido pensó llevar al Colegial a la hacienda y tenerlo de esclavo y encerrado.
Luego de cruzar el río, el Hacendado pregunto al Colegial, mi buen muchacho, dime ¿qué animales cría tu padre que al cruzar el río el agua les da en el pecho?, el muchacho respondió: mi padre cría patos; el Hacendado más enfurecido le salía humo de su cabeza. Siempre el astuto Colegial le sorprendía.
Al llegar a la hacienda, el poderoso Hacendado muy cansado se quedó completamente dormido y soñando. Durante su sueño empezó a hablar y decía: mañana encierro al Colegial y no le doy de comer por treinta días; así va a pagar todo el daño que me causo. El Colegial estaba muy cerca de su dormitorio y escuchó las palabras del Hacendado, entonces pensó cómo salvarse sin que se diera cuenta el Hacendado.
El Colegial caminó por la hacienda pensando cómo salvarse del poderoso Hacendado, se encontró con el hijo del guardián de la hacienda llamado Ignacio, el Colegial le dijo a Ignacio que el Hacendado le trajo para que se encargará de administrar la hacienda. Ignacio respondió: qué suerte. El Colegial dijo: es mucha responsabilidad y extraño a mi familia. Ignacio dijo: yo te ayudaré. Entonces el Colegial le ofrece a Ignacio que sea el administrador a cambio de darle comida cuando se encontré en una habitación encerrado, pero que no se entere el Hacendado. Ignacio aceptó la propuesta.
Al día siguiente el Hacendado llamó al Colegial y le izo una apuesta, quien dura más tiempo encerrado sin comer. El Colegial aceptó el reto, siendo encerrado durante treinta días sin comer ni beber agua. Pero como el Colegial había negociado con Ignacio para que le llevara comida en las noches por treinta días, no tenía miedo a perder.
Pasaron los treinta días de estar encerrado. El Hacendado fue a ver al Colegial, pensando encontrarlo irreconocible, pero se dio cuenta con una sorpresa de verlo gordo, reluciente y fuerte. El Colegial lo saludo ¡buen día mi señor! El Hacendado sorprendió dijo: pero ¿cómo puedes existir sin comer y estar más gordo?. El Colegial sonriendo le respondió: mi señor al estar en oscuridad y encerrado toda persona tiende a engordar.
El Hacendado como estaba delgado le dijo: ahora enciérrame a mí porque quiero engordar. Así fue, el Colegial encerró al Hacendado y luego de pasar quince días fue a verlo y el Hacendado se encontraba muy mal, no podía pararse ni hablar solo extendía la mano. El Colegial muy triste liberó al Hacendado de la habitación, llevándolo a su dormitorio, pero ya no se podía moverse ni masticar para comer.
Fue el fin del Hacendado por su ignorancia. Quedó toda la hacienda para el Colegial, hacienda llamada el Montán.