PEDRO MARTINEZ: TERCERA PARTE...

TERCERA PARTE
De esta manera se llegó al triunfo de las derechas en las elecciones de 1933. Entonces, la Reforma agraria cogió un ritmo mucho más lento y nuevas disposiciones anularon los artículos más radicales. Invalidar las Bases de Trabajo que imponían a los patrones la necesidad de contratar obreros para turnos rigurosos y empezaron a cambiar los Jurados Mixtos designados por Largo Caballero. En la provincia de Granada, según denunciaba Fernando de los Ríos, los patrones burlaron las Bases de trabajo y bajaron los jornales pactados de ocho a cinco pesetas. Para terminar el proceso la "Ley para la reforma de la reforma agraria" de julio de 1935 fue una verdadera contrarreforma donde se derogaba el Inventario de fincas expropiables establecida tres años antes.

Desde abril del 31, el tiempo pasó rápidamente para la gente de Pedro Martínez, tanto, que los recuerdos que han perdurado no han sido los de los primero dos años del régimen republicano con los intentos de reforma, sino los posteriores cuando se volvió a las prácticas de los tiempos pasados. Fue un tiempo difícil y duro. Tiempo de represalias, donde los trabajadores y trabajadoras del campo fueron despedidos solamente por haber votado las izquierdas.
Malefakis se pregunta el porqué de la radicalización del PSOE a partir de 1934 y afirma que las condiciones de vida de la clase trabajadora empeoraron mucho, pero no tanto como para justificar la aparición de represalias revolucionarias desesperadas. Sin embargo, se puede medir hasta dónde deben empeorar las condiciones de vida para que las acciones revolucionarias sean justificables? En todo caso, esta es la memoria que queda: "La República, allí linde de los socialistas, de los comunistas, luego mandaron ellos dos años más y també el pasamos muy malamente: nos echaban del trabajo porqué habiamos votación a las izquierdas", explica la M. Jesús.

La Manuela 5 lo recuerda así: " He" pasao "muchísimas faltas. Mi MARIDO era de izquierdas y no el querian (a trabajar), nadie. Y ya está ¡Y mi Caso, era muy trabajador! ¡Y sabiendo Trabajar y lo que trabajaba sabía! Pero ya ves... Yo tenía, Cuando el bienio negro, una yegua: me la quitaron. Tenía una marrana: me la quitaron, los ricos. Ya ves, "pos" nos dejaron listos. Una vez estabamos "acostaos", Cuando siento que llaman a la puerta. La casa que "na" más estaba de agujeros por todos "laos". Y dice mi MARIDO: "eso se uno que viene a ver si..". Cuando se Acerca a un agujero para ver. " ¡Ay Manuela cuantos civiles hay en la puerta!
Entónces ya Bajo El, y al bajar, " ¡brazos llega!" Se pusó brazos llega, el esposaron y... habia en el "Pestaño" de mi casa dos guardias civiles... y cómo de aquí todo hondo Hasta allá abajo ¡muchísimos civiles! Si el llevaron a Guadix y estuvó allí quince días. Ya lo arreglaron y ya se vino ".

Este pueblo de campo donde la mayoría de las personas eran asalariadas los múltiples "cortijos" que le rodeaban, la política pendular de la república en la cuestión del campo debía afectar especialmente la convivencia. La historia de Juan Garcia Lozano, padre de J. Ramón, ilustra la realidad de lo que significó la República: pocos cambios para la gente trabajadora después de los primeros tiempos de esperanza. Las relaciones de poder siguieron siendo como las de antes, las familias ricas que al inicio de la república sufrieron unos momentos de susto, consiguieron con relativa facilidad volver a tomar las riendas del poder. Y si en un primer momento realmente el régimen intentó proporcionar derechos a los pobres, prontamente y, como hemos visto, antes ya del bienio negro, los terratenientes lograron llevar el agua a su molino. Si de algo habían servido los años de libertad era para darse a conocer. Ahora ya no habían dudas. Quien había jugado la carta de las izquierdas estaba marcado junto con toda su familia.

En J. Ramón tenía 15 años cuando sucedió un hecho que marcaría no sólo su vida y la de su familia, sino incluso la de mucha gente del pueblo que ha incorporado la historia personal de Juan, su padre, en la historia de toda la colectividad. En Juan había nacido en Caniles de Baza. De pequeño quedó huérfano de padre y madre y, más adelante, abandonó su pueblo y llegó a la finca de Fuente Caldera. Allí la marquesa se lo medio prohijar y con el tiempo se convirtió en un "labrador" más del "cortijo". Es decir tuvo acceso a la tierra.
Con mucho trabajo y esfuerzo consiguió encontrar agua en el trozo que le otorgaron, y construir una fuente, que aún hoy existe y se conoce como la "Fuente el Número", el mote de aquel muchacho. Con el maravilloso líquido en abundancia aquella tierra caracterizada por su sequedad convirtió en un paisaje de rica huerta, una fértil "vega", llena de árboles frutales y hortalizas.
Esta relativa prosperidad junto con que la existencia de los frutales obligaba a los ganaderos a bordear la finca y perder tiempo, despertó envidias y rencores en algún "labrador" y guarda de la finca. Un sentimiento que con el tiempo conllevaría la perdición de Juan "el Número".

En Juan se había casado con la Encarnación y vivían en una especie de barraca que el hombre construyó en el terreno de su "vega". Hasta que no encontrar agua había pasado calamidades, penurias e incluso hambre. Los segadores se presentaban y solidariamente se lo ofrecían las "migas", el "gazpacho" o el "cocido" según la hora que fuera, y así, al menos en verano, no pasaban hambre. Pero la vida en aquel lugar no podía ser muy agradable para una mujer joven, madre muy pronto de un montón de criaturas, aislados y alejados del pueblo y de la finca. Esta situación poco cómoda propició que la familia abandonara aquellas tierras que, con tanto sudor, muchos trabajos y sacrificios habían conseguido fructificar. Al menos esa es la versión de su hija, pero la gente del pueblo, y su hermano, exponen una segunda causa: que los guardas de la finca de Fuente Caldera no le perdonaban el trato de favor que le había otorgado la marquesa y no pararon hasta llegar a ponerlo en mala situación y lograron echarlos de la huerta. Es como lo ve en Pedro,"Porqué los árboles eran propiedad de la finca y El Dijo que ponía" Arbolé ", y los MISMOS guardias si el arrancaban. Y se fue enfurruñando con los guardias ".

Fuera por qué fuera, la familia abandonó la huerta y la cabaña y se fue hacia el pueblo donde alquila, para ganarse la vida, un horno de pan. Para manejar el fuego del horno, Juan y sus hijos recogían leña de los alrededores del pueblo. Terrenos que pertenecían a las fincas privadas del municipio. Propiedades bien guardadas y vigiladas por hombres destinados justamente a estas tareas. Por tanto, el trabajo de buscar leña se convertía, y lo era de hecho, en un trabajo clandestina. A menudo, una vez hecha la carga del debían abandonar y ponerse a correr para no caer en manos de los guardas. Un día, cuando el J. Ramon iba a buscar leña, tropezó con un guarda de la finca que la encañonó y maltratándola el, le obligó a lanzar la leña que había recogido. Más tarde denunció al padre por el "robo".
En Pedro explica que en el juicio su padre "... en la escalera (del juzgado) Vio el guarda, y no sé que le habla. Y se le engancha, o hizó que se le cayo el sombrero y agachado como estaba le habla. Y al ponerse de pie, estaba al lado de la escalera y el guarda allí en la otra, al ponerse de pie, le llavín una "puñal" y le corte el corazón. Y le dio tiempo a bajar tres o cuatro escaleras y salir a la calle ¡Ah! Y chill El otro guarda que venía detrás, pero se le escapa ".

Aunque huyó e intentó esconderse, finalmente se entregó a la justicia. "A mi padre le metieron a la cárcel y Cuando estalla la guerra le echaron en libertad. Y luego Cuando se acaba la guerra el metieron otra vez en la cárcel. Y se ha muerto en Barbastro. Le echaron 30 años de prisión perpetua a consecuència de aquellos ", explica en J. Ramón.