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PEDRO MARTINEZ: Hola Mª Carmen:...

Viernes 19 de noviembre de 2010
Andrés Avelino / María de la Divina Providencia
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Ap 10, 8-11: Cogí el librito y me lo comí
Salmo 118: ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Lc 19, 45-48: Mi casa es casa de oración, no cueva de asaltantes

Jesús desmantela todo el tráfico económico, político y religioso presente en el Templo, con el fin de restablecer la función original que tiene la casa de Dios: la oración, el encuentro personal y comunitario con Dios. La función del Templo se orientaba más a la venta de animales para ser ofrecidos en sacrificio y al cambio de monedas, de lo cual se derivó toda clase de abusos y conflictos entre los vendedores y cambistas, obstaculizando así las relaciones entre Dios y el pueblo, especialmente con el pueblo pobre. Jesús purifica el Templo y lo hace lugar para su enseñanza, para expresar con palabras y acciones el verdadero rostro de Dios, oculto hasta el momento por las leyes, los sacrificios y el mercado religioso. Jesús denuncia las injusticias realizadas en nombre de Dios y enseña el verdadero culto que se le debe dar: un culto que tiene como fundamento la misericordia y la justicia. Muchas veces hemos convertido nuestra fe en un mercado, en el que buscamos los medios más efectivos para agraciar a Dios y satisfacer nuestra propia conciencia, separando la fe de nuestra vida y de la vida de la comunidad, olvidando el servicio y el amor a los más necesitados.

feliz fin de semana josefina y a todo el foro

Hola Mª Carmen:
Me ha sorprendido que haces un comentario muy bonito sobre Lc: 45-48 a ver si te gusta este mio en poema.
PURIFICACIÓN DEL TEMPLO
Hay un refrán en el mundo que dice mas o menos así:
Demasiada confianza mata.
y se me ocurre pensar, que a nosotros los cristianos
también nos pueda pasar.
Pues todos en un principio recibimos al Señor,
y con amor y con gozo le dimos el corazón.
y pasamos de inmediato a ser templo del Señor.
Pero los años transcurren, y la confianza crece,
y llegamos a pensar que el Señor nos pertenece.
Y lo que antes era templo para el Espíritu Santo,
del mundo se va llenando de deleites y placeres
y acaba por convertirse en cueva de mercaderes.
No obliguemos al Señor a tomar de nuevo el látigo,
para tener que decirnos, como dijera ya antaño:
Mi casa es casa de oración, y no cueva de ladrones,
si queréis que more en vosotros;
limpiad vuestros corazones.


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