En un bosque sereno, junto al
río que sonaba como canción lenta, vivía una tortuga llamada Nara. Caminaba despacio, hablaba despacio y pensaba aún más despacio. Pero no porque fuera lenta… sino porque le gustaba entender bien las cosas antes de actuar.
En el mismo bosque vivían otros animales que iban de prisa, cambiaban de idea todo el tiempo y siempre tenían algo urgente que hacer. Uno de ellos era Leo, un ciervo
joven y nervioso que nunca paraba quieto.
— ¡Nara! ¿Por qué siempre vas tan lento?
... (ver texto completo)