En una escuela pública de Ciudad de Guatemala, donde las ventanas tenían más remiendos que cristales, llegó un día un niño nuevo. Se llamaba Thiago. Tenía 10 años, una mochila demasiado grande para su espalda… y una mirada que no seguía a nadie.
Porque Thiago era ciego.
La maestra, doña Mireya, no sabía qué hacer. Nunca había tenido un alumno así. Al principio, intentó seguir como si nada. Pero Thiago no pedía ayuda. Solo escuchaba, siempre atento, con una calma que desconcertaba.
Hasta que un ... (ver texto completo)
Porque Thiago era ciego.
La maestra, doña Mireya, no sabía qué hacer. Nunca había tenido un alumno así. Al principio, intentó seguir como si nada. Pero Thiago no pedía ayuda. Solo escuchaba, siempre atento, con una calma que desconcertaba.
Hasta que un ... (ver texto completo)
