En un pequeño pueblo de Finlandia, donde los lagos se congelan en otoño y el sol apenas asoma en invierno, había un pato distinto a todos. Lo llamaban Ilmo, y no pertenecía a ningún estanque. Aparecía y desaparecía. Volaba solo. Siempre solo.
Pero no era un pato salvaje cualquiera. No cazaba, no huía, y —según los lugareños— solo aparecía cuando alguien estaba triste.
La primera vez que lo vieron fue en la ventana de la enfermería del colegio. Un niño acababa de perder a su abuelo. Mientras la ... (ver texto completo)
Pero no era un pato salvaje cualquiera. No cazaba, no huía, y —según los lugareños— solo aparecía cuando alguien estaba triste.
La primera vez que lo vieron fue en la ventana de la enfermería del colegio. Un niño acababa de perder a su abuelo. Mientras la ... (ver texto completo)
