En un pueblito mexicano vivía un viejito solitario y algo gruñón. No hablaba con casi nadie y le gustaba estar en paz. Todas las tardes, un grupo de niños del barrio se juntaban a jugar justo frente a su casa. Hacían un escándalo tremendo, y al señor Don Joaquín ya lo traían al borde del colapso.
Un día no aguantó más y salió a decirles:
— Chamacos, si vienen mañana a jugar aquí como siempre, les voy a dar un peso a cada uno.
Los niños se miraron sorprendidos, pero al día siguiente regresaron ... (ver texto completo)
Un día no aguantó más y salió a decirles:
— Chamacos, si vienen mañana a jugar aquí como siempre, les voy a dar un peso a cada uno.
Los niños se miraron sorprendidos, pero al día siguiente regresaron ... (ver texto completo)
