Cada tarde, a la misma hora, don Elías se sentaba en la banca del parque con un cuaderno en las rodillas. Tenía 84 años, las manos temblorosas y la mirada de quien ha vivido más de lo que ha contado.
Un día, Sofía, una joven de unos 30 años que pasaba por ahí a menudo, se armó de valor y se sentó a su lado.
— ¿Qué escribe todos los días? —preguntó con una sonrisa tímida.
Elías cerró el cuaderno con suavidad y la miró.
—Escribo lo que nunca dije. Lo que me guardé por orgullo, por miedo, o porque ... (ver texto completo)
Un día, Sofía, una joven de unos 30 años que pasaba por ahí a menudo, se armó de valor y se sentó a su lado.
— ¿Qué escribe todos los días? —preguntó con una sonrisa tímida.
Elías cerró el cuaderno con suavidad y la miró.
—Escribo lo que nunca dije. Lo que me guardé por orgullo, por miedo, o porque ... (ver texto completo)
