SE QUEDABA HASTA TARDE EN LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES… PARA ABRAZAR A QUIENES NADIE IBA A RECIBIR.”
Gabriel Mendoza, 66 años, tiene una costumbre que al principio parecía extraña.
Cada noche, después de cenar, camina hasta la estación de autobuses de su ciudad y se sienta en una banca.
No espera a nadie.
Observa a las personas que bajan del autobús.
Los que llegan y son recibidos con abrazos, sonrisas y flores… Gabriel los mira con ternura.
Pero él está ahí por otros.
Por los que bajan solos.
Por ... (ver texto completo)
Gabriel Mendoza, 66 años, tiene una costumbre que al principio parecía extraña.
Cada noche, después de cenar, camina hasta la estación de autobuses de su ciudad y se sienta en una banca.
No espera a nadie.
Observa a las personas que bajan del autobús.
Los que llegan y son recibidos con abrazos, sonrisas y flores… Gabriel los mira con ternura.
Pero él está ahí por otros.
Por los que bajan solos.
Por ... (ver texto completo)
