Un cuento para quienes olvidan que los padres no son eternos
“El
árbol que siempre estuvo ahí…”
Había una vez un niño que tenía un
amigo muy especial: un manzano.
Cada tarde, corría hasta él, lo abrazaba con fuerza y se quedaba horas bajo su
sombra, contándole sus sueños, sus travesuras… y también sus miedos.
—Te quiero, manzanito —le decía el niño con los ojos cerrados.
—Y yo te quiero más —respondía el árbol, agitando sus hojas como caricias.
El tiempo pasó.
El niño creció.
Ya no corría
... (ver texto completo)