El higo más dulce
Monsieur Bibot, el dentista, era un hombre muy exigente. Tenía su pequeño apartamento muy bien ordenado y limpio, lo mismo que su consultorio.
Si su perro, Marcel, saltaba sobre los muebles, Bibot no dejaba de darle una lección. Excepto el día de la Revolución francesa, el pobre animal no podía ni ladrar.
Una mañana, Bibot encontró a una anciana que lo esperaba frente a la
puerta de su consultorio. Tenía dolor de muelas y le rogó al dentista que la ayudara.
— ¡Pero si
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