Era una tarde cualquiera hasta que un chico, de no más de 17 años, llegó al mostrador del Oxxo con una sola rosa en la mano. Al parecer, le faltaban unas monedas para pagarla.
El cajero, con tono burlón, soltó una frase que rompió el momento:
—Si ni para una
flor tienes, mejor no le regales nada. Nomás le vas a dar lástima a la muchacha.
El
joven bajó la mirada y, sin decir palabra, estuvo a punto de dejar la flor sobre el mostrador. Fue entonces cuando un cliente que estaba detrás decidió intervenir.
... (ver texto completo)