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LOS BALCONES: EL HOMBRE QUE CARGABA DOS SACOS...

EL HOMBRE QUE CARGABA DOS SACOS
En un pequeño pueblo de montaña vivía un campesino llamado Ryo. Todos lo conocían porque caminaba encorvado, siempre cargando dos grandes sacos a la espalda. Cuando le preguntaban qué llevaba, respondía con desgano:
—En este saco cargo mis propios problemas. En el otro, los problemas de todos los demás.
Se quejaba constantemente. Decía que la vida era injusta, que nadie lo ayudaba, que él siempre tenía que soportarlo todo.
Un día llegó al pueblo el maestro zen Eikan. Al verlo, se acercó y preguntó:
— ¿Puedo ver lo que llevas en tus sacos?
Ryo, sorprendido, aceptó. El maestro abrió el primero: estaba lleno de piedras.
— ¿Por qué cargas esto? —preguntó.
—Cada piedra representa una preocupación mía —respondió Ryo—. Si las suelto, temo que olvidaré mis responsabilidades.
Eikan asintió y abrió el segundo saco. También estaba lleno de piedras.
— ¿Y estas?
—Son los sufrimientos de otros: mis vecinos, mi familia, hasta de personas que casi no conozco. Me los eché encima porque sentí que debía cargar con ellos.
El maestro miró a Ryo con ternura.
— ¿Crees que así los ayudas? Solo haces más pesada tu propia carga y no alivias la de ellos.
Ryo frunció el ceño.
— ¿Entonces qué es la compasión, maestro? ¿Dejar a la gente sola con su dolor?
Eikan lo llevó al río. Allí, unos niños intentaban cruzar con cubos de agua. Uno de ellos tropezó y casi cayó. El maestro corrió, sostuvo al niño y lo ayudó a enderezarse. Luego, en lugar de cargar el cubo por él, le mostró cómo equilibrarlo mejor para que pudiera llevarlo sin derramarlo.
— ¿Ves? —dijo Eikan—. La compasión no es cargar lo que no es tuyo, sino ayudar al otro a llevar lo suyo.
Esas palabras quedaron grabadas en Ryo. Esa noche, decidió vaciar sus sacos. Por primera vez en años, caminó erguido. Se sentía extraño, pero ligero.
Al día siguiente, fue a visitar a un vecino enfermo. En lugar de lamentarse con él, cocinó sopa y se quedó en silencio a su lado. Luego, ayudó a una viuda a reparar su techo, no para hacerse héroe, sino porque entendió que su fuerza podía ser útil en ese momento.
Con el tiempo, Ryo dejó de ser “el hombre de los sacos” para convertirse en “el hombre de las manos abiertas”. Descubrió que la compasión verdadera no lo hundía, lo liberaba.
Un día, un joven le preguntó:
— ¿Cómo logras ayudar tanto y aun así estar en paz?
Ryo respondió con una sonrisa serena:
—Antes cargaba las piedras de todos. Ahora camino junto a ellos para que aprendan a soltarlas. La diferencia es que ya no me hundo… camino ligero.
El maestro Eikan, al ver la transformación, enseñó a todo el pueblo con una sola frase:
“La compasión no es cargar el dolor del otro, es compartir la fuerza para que pueda seguir caminando.”
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Es verdad, no nos enseñaron a caminar y compartir en el camino los desafíos de vida, bonita enseñanza, gracias, es un placer leerlo y seguir caminando, para ayudar a caminar a otros...