EL HOMBRE QUE BARRÍA LA CALLE… PARA SENTIR QUE AÚN ERA ÚTIL”
Don Eliseo tenía 84 años y ya no trabajaba.
Sus hijos insistían en que descansara, que viera televisión, que se quedara en casa.
Pero él no sabía vivir así.
Cada mañana, al amanecer, tomaba su escoba vieja y salía a barrer la calle.
Barría despacio, con cuidado.
No era solo polvo lo que quitaba… era tristeza, era tiempo detenido.
Cuando le preguntaban por qué lo hacía, respondía:
—Si no barro, me siento invisible. Si barro, al menos sé que algo mejoró porque yo estuve aquí.
Los vecinos empezaron a dejarle botellas de agua en la puerta, a saludarlo con más cariño, a sentarse a platicar con él.
Un día, un niño pequeño le preguntó:
—Don Eliseo, ¿por qué no se cansa?
Y él sonrió:
—Porque barrer me recuerda que todavía puedo dejar el mundo un poquito más limpio… antes de irme.
Cuando Don Eliseo ya no salió más, los vecinos siguieron barriendo.
Y cada vez que lo hacen, sienten que él aún está ahí, quitando hojas secas del suelo… y dejando el aire un poco más liviano.
Don Eliseo tenía 84 años y ya no trabajaba.
Sus hijos insistían en que descansara, que viera televisión, que se quedara en casa.
Pero él no sabía vivir así.
Cada mañana, al amanecer, tomaba su escoba vieja y salía a barrer la calle.
Barría despacio, con cuidado.
No era solo polvo lo que quitaba… era tristeza, era tiempo detenido.
Cuando le preguntaban por qué lo hacía, respondía:
—Si no barro, me siento invisible. Si barro, al menos sé que algo mejoró porque yo estuve aquí.
Los vecinos empezaron a dejarle botellas de agua en la puerta, a saludarlo con más cariño, a sentarse a platicar con él.
Un día, un niño pequeño le preguntó:
—Don Eliseo, ¿por qué no se cansa?
Y él sonrió:
—Porque barrer me recuerda que todavía puedo dejar el mundo un poquito más limpio… antes de irme.
Cuando Don Eliseo ya no salió más, los vecinos siguieron barriendo.
Y cada vez que lo hacen, sienten que él aún está ahí, quitando hojas secas del suelo… y dejando el aire un poco más liviano.
Gracias Fidel, que tal llevas el verano, me alegro volver a saber de ti con tus lecturas y párrafos, un placer siempre disfrutar de la narrativa...